Caballeros villanos, equiparables a una especie de baja nobleza de linaje, a los que se les reconocía el derecho a transmitir sus privilegios a sus hijos siempre que mantuviesen caballo y armas de su cuantía (guisados de caballo y armas) y no ejerciesen oficios viles. Disfrutaban de una exención total de pechos reales y concejiles, lo que llevaba aparejado la obligación de servir con sus armas al rey y, en su caso, a la ciudad o villa en la que habitasen, lo que implicaba una expresa prohibición de depender de personas poderosas, nobles o eclesiásticos. Presentes en diversas villas y ciudades de la Corona de Castilla, en ellas presentaron rasgos diversos; así, en Toledo, debían obediencia al arzobispo e iglesia toledana, y en Cuenca, donde alcanzaron gran proyección socio-política, se reunían entorno al Cabildo de Caballeros Guisados de Caballo de Cuenca.