Por Escuela normal se entiende aquella en que se hacen los estudios y la práctica necesarios para obtener el título de maestro de primera enseñanza.

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En España, las escuelas normales se introducen a través de los contactos con Francia e Inglaterra, tras la incorporación al poder de la burguesía liberal, después del período absolutista de Fernando VII. En el terreno educativo, el acceso de los liberales al poder va a significar una decidida voluntad de control estatal de la escuela, como vehículo de dominación ideológica, y una pugna con los poderes educativos del Antiguo Régimen. Las escuelas normales españolas se originan en este contexto, como respuesta institucional a la creciente demanda de maestros y como vía de control de la enseñanza elemental por parte del Estado Liberal.

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Bajo el impulso de Pita Pizarro y de Gil de Zárate, responsable de la Mesa de Instrucción Pública, se aprobó en abril de 1837 el reglamento de la Escuela Normal Central de Madrid. Se requirió a las provincias que enviasen dos alumnos al establecimiento, a fin de abrir después escuelas en cada circunscripción. El Plan provisional de Instrucción Primaria de 1838 dispuso la creación de normales en las provincias y en Madrid, esta última destinada principalmente a formar maestros para las escuelas normales subalternas. La primera escuela normal o "Seminario Central de Maestros del Reino", se inauguró en Madrid el 8 de marzo de 1839. El rápido desarrollo de las escuelas normales fue ordenado por el Reglamento de 1843, que articulaba y precisaba las previsiones de la ley de 1838, sobre criterios de uniformidad y control estatal.

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La Ley Moyano de 9 de septiembre de 1857, contempla las normales como escuelas profesionales y dispone la erección de escuelas en todas las provincias y de una normal central en Madrid; esta última sería sostenida por el Estado, pero las primeras estarían a cargo de las respectivas provincias. Además, cada normal tendría agregada a una escuela práctica para la ejercitación de los aspirantes a maestros, mantenida por los ayuntamientos. El RD de 20 de septiembre de 1858, que desarrolla el plan de estudios, instituía dos cursos para el nivel elemental de primera enseñanza, otro para el nivel superior y un cuarto para el de maestro normal. Aunque la Ley Moyano es la primera en sugerir la creación de escuelas normales femeninas, su existencia institucional es anterior a su fecha de promulgación, ya que algunas provincias las establecieron espontáneamente desde 1847 (Pamplona). La Escuela Central de Maestras se creó en 1858, agregándose a ella la escuela práctica lancasteriana.

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Las escuelas normales se vieron sumidas en un total olvido y abandono durante la primera fase de la Restauración. No obstante, la década de los ochenta registra algunas innovaciones que es preciso destacar. Una de ellas es la reforma, de signo liberal, de la Escuela Normal Central de Maestras de 1882, que intentaba formar un nuevo tipo de profesor normalista femenino y reactivar así las abandonadas normales provinciales. En otro orden de cosas, hay que reseñar también la ley de 29 de junio de 1887, completada por otra de 1890, por la que pasaban los gastos de las normales a depender del Estado. La reforma Gamazo de 1898, condicionada por la precaria situación económica subsiguiente al desastre finisecular, redujo drásticamente la duración de los cursos de formación de los maestros elementales. Poco después, en 1901, se produce la criticada decisión de Romanones de suprimir el grado de maestro normal; no obstante, el R.D. de 24 de septiembre de 1903, retornaba los estudio de magisterio a las normales. En el año 1914, el ministro Francisco Bergamín, mediante dos decretos fechados el 30 de agosto, reformó al mismo tiempo las escuelas normales y la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio, que habría de nutrir de profesorado a las normales. De esta escuela saldría la nueva pléyade de normalistas que elevó el nivel científico y pedagógico de las escuelas y que se aglutinó en torno a la Revista de Escuelas Normales.

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La época republicana viene a satisfacer las expectativas que se habían venido gestando desde hace ya algún tiempo respecto a la formación superior y profesional de los maestros. Con el Decreto de 9 de septiembre de 1931, las escuelas normales, se acercan, aun dentro de su carácter de escuelas profesionales, al ámbito universitario. El cambio en la concepción y organización de las escuelas fue profundo, tanto que la reforma del 31 colocó a las normales españolas en una avanzada situación, por delante de la mayoría de los países de Europa y a la altura de las innovaciones alemanas. A pesar de que el impulso progresivo del primer bienio republicano se vio frenado con el triunfo conservador, la reforma quedará registrada como el primer intento en la historia de las normales de insertar la formación de los maestros en instituciones de nivel superior y de profesionalizar los programas de su carrera académica.

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­El comienzo del nuevo régimen empieza con la derogación de toda la normativa republicana y el retorno del plan de 1914. La legislación de 1940, que no constituye, estrictamente hablando, un plan de estudios, va dirigida a sustituir la raíz ideológica que inspiró la política educativa republicana por las concepciones instaladas en el poder. No será hasta la ley de educación primaria de 1945 que se cumplirá con la primera ordenación sistemática de la formación de los maestros. En el plano normativo, reitera la separación de sexos, con el establecimiento de escuelas del magisterio (nueva denominación de las normales) masculinas y femeninas. La reforma de 1967, aunque es una "refundición" de la ley del 45, introduce importantes modificaciones en el sistema de formación de maestros, y viene a constituir el antecedente más próximo de la ordenación de 1971. Con esta reforma educativa, iniciada en 1970, la formación de los docentes primarios se inscribe plenamente en el nivel de la enseñanza superior, después de tres décadas de marginación y subestimación académica.