Marqués de Almazán y conde de Monteagudo. Era hijo de Juan Hurtado de Mendoza, III conde de Monteagudo, y Luisa Fajardo. En 1561 se le concedió hábito de caballero de la Orden militar de Santiago. Se casó con Ana María Cárdenas y Velasco con quien tuvo siete hijos: Francisco Hurtado de Mendoza y Cárdenas, que le sucedió en el marquesado; Luisa Fajardo; Isabel de Velasco y Mendoza, marquesa consorte de Caracena; María de Cárdenas y Mendoza, marquesa consorte de la Guardia; y Francisca de Mendoza. Asimismo, cabe destacar su parentesco con la venerable madre Luisa de Carvajal y Mendoza que fue su sobrina. Muy cercano a grandes patronos cortesanos como el cardenal Espinosa o don Juan de Zúñiga. Atesoraba una gran formación humanística y teológica y estuvo muy cercano a la Compañía de Jesús a través de Pedro Laínez. Fue delegado regio durante el Concilio Provincial compostelano de 1565; dos años después, fue nombrado asistente de Sevilla y permaneció otros dos años en el cargo. En 1570 fue nombrado embajador ante la Corte imperial con el objetivo de reforzar el círculo español en torno a la emperatriz María. En la corte imperial permaneció siete años y al término fue recompensado por Felipe II con la concesión del marquesado de Almazán. A su regreso, su progreso cortesano se vio dificultado por su amistad con Antonio Pérez y la consiguiente caída en desgracia del secretario real. En 1579 se le concedieron los cargos de capitán general de Guipúzcoa y de virrey de Navarra. Trató de dilatar lo más posible su salida de la Corte y, una vez en Pamplona, maniobró para volver a Madrid. Su acercamiento al conde de Chinchón le valió la rehabilitación y el nombramiento como presidente del Consejo de Órdenes. No obstante, sus actuaciones generaron cierta oposición y una Junta, nombrada por Felipe II para revisar la acción del marqués, concluyó con la necesidad de su apartamiento del cargo. En compensación, se le nombró consejero del Consejo de Castilla.