Tras la derrota de los húngaros en la batalla de Móhacs (1526) y la muerte del rey Luis de Jagellón, el reino de Hungría quedó dividido en tres partes: la parte oeste y norte quedó en manos de los Hasburgo, que habían reclamado el título de reyes de Hungría por ser los parientes supervivientes más cercanos; las llanuras del centro y su capital, Buda, quedó bajo control directo del Imperio Otomano, mientras que en el este, en la zona más montañosa, se constituyó el principado de Transilvania , gobernado por príncipes electivos húngaros. A todos los efectos, las dos partes no dependientes del Imperio Otomano actuaban como vasallos de Estambul, aunque los conflictos y movimientos de fronteras fueron la tónica habitual durante las décadas siguientes. Fueron dos las familias que controlaron el estado transilvano durante el siglo XVI: los Zapolyai y los Bathory. El principado no se libró de las tensiones religiosas que afectaron al Sacro Imperio, y de hecho, la Guerra de los Quince Años (1591-1606) supuso el enfrentamiento del emperador Rodolfo II contra turcos y protestantes. Por el Tratado de Karlowitz, 1699, Austria obtuvo el principado de Transilvania.