Colegio jesuita fundado en Toledo en 1583.

La entrada de los jesuitas en Toledo no pudo llevarse a cabo hasta la muerte del arzobispo Juan Martín Silíceo en 1577, debido a su férrea oposición a la entrada de la Compañía en la ciudad. De este modo, tras la llegada a la sede primada de Bartolomé de Carranza, pudieron los jesuitas asentarse en la urbe.

Una vez fundada la Casa Profesa, los jesuitas comenzaron a plantear la idea de crear un Colegio. Esto fue materializado en 1583 gracias a la donación realizada por el cardenal Gaspar de Quiroga quien, aconsejado por el jesuita Pedro de Ribadeneyra, destinó los recursos necesarios para fundar un Colegio bajo la advocación de San Eugenio, cuyas reliquias habían llegado a la ciudad, años antes. Ante la imposibilidad de adquirir un terreno, alquilaron unas casas cercanas a la parroquia del Salvador y, a finales de octubre de 1583, comenzaron las clases, siendo el primer rector Juan Legaz. La carta de fundación está fechada en Madrid a 11 de noviembre de 1583.

La estructura de estudios adoptada tempranamente en el Colegio se asemejaba enormemente a la posterior Ratio Studiorum, con cinco grados en donde se estudiaba latinidad, gramática y retórica. Sin embargo, pese al éxito con el que contó desde un principio, a la muerte del cardenal Quiroga se redujeron los recursos y tuvieron que minimizar el número de alumnos y profesores, quedando reducidos al rector, Bernardino de Vega, un hermano coadjutor y dos maestros de latín y retórica.

A mediados del siglo XVII desapareció la Casa Profesa, según los indicios, por la creación de su homóloga en Madrid a principios de siglo, y terminó fundiéndose con el Colegio adoptando el nombre de Colegio de San Eugenio y San Ildefonso. De este modo, pudo el colegio trasladarse a la sede de la Casa Profesa, situada en la calle Santo Tomé. El Colegio continuó funcionando hasta la expulsión jesuita contenida en la Pragmática Sanción de Carlos III del 2 de abril de 1767.

A partir del Decreto de expulsión (1767), parte de su fábrica, se utiliza como universidad, hasta que el Cardenal Lorenzana cede el edificio al Santo Oficio. La inquisición permaneció en él hasta 1834, cuando tras su supresión, todos sus bienes pasaron al Estado.

Con posterioridad el edificio es ocupado por diversos organismos públicos; instalándose, entre otros, en este siglo; la Delegación de Hacienda y Telégrafos, el Gobierno Civil y, temporalmente la Diputación Provincial e incluso un cuartel de la Guardia Civil.