Abogado, fiscal del Tribunal Supremo, periodista y escritor español.

Hijo del académico Mariano Granados Campos y de Pilar Aguirre, hija del abogado Lorenzo Aguirre Lis, destacado abogado soriano. Hermano de Jesús y Félix Granados Aguirre, entre otros.

A nivel periodístico funda y dirige en su juventud El Duero de Soria en 1912, El Ruiseñor en 1913, La Cotorra en 1922 y La Voz de Soria (1922-1936). Ya en su etapa adulta fue redactor de El País y de España Nueva y colaboró en Informaciones, Las Españas, El Sol y la Revista de Occidente. Desde noviembre de 1923 ejerció como magistrado suplente de la Audiencia de lo Criminal de Soria hasta abril de 1927, momento en el que se hizo cargo de la Fiscalía de la Audiencia de Córdoba. En 1933 fue elegido magistrado del Tribunal Supremo, donde en junio de 1934 actuó como consejero instructor o ponente en la instrucción del proceso para la averiguación de posibles responsabilidades en los sucesos de Marruecos y, en particular, del territorio de la Comandancia General de Melilla, acaecidos en 1921. Fue también presidente del Consejo Nacional de Protección de Menores e integrante de la Comisión Jurídica Asesora y de la Comisión Especial encargada de redactar el proyecto de Código Penal Español.

Durante la Guerra Civil se instaló en México. Allí desempeñó diversos cargos dentro de las organizaciones republicanas, como el de secretario general del Consejo Técnico de la Junta Española de Liberación y el de asesor jurídico de la Embajada de España en México. También fue presidente del Tribunal Supremo de la República Española en el Exilio.

Desde 1946 y durante una década trabajó como Gerente de Lanas Peinadas Mexicanas. Su visión de superar el escenario de divisiones y afirmar un discurso nacional le llevó a participar activamente en el proyecto cultural y político que había detrás de la revista Las Españas y a convertirse en uno de los representantes más claros del nacionalismo progresista español. Situado en el sector más conservador dentro del grupo, concibió el federalismo como un mal menor, como una necesidad inevitable para dar acomodo, al menos parcialmente, a algunas de las reivindicaciones de autonomía y reconocimiento de la diversidad de España.

Su visión contraria a las reclamaciones de nacionalistas catalanes y vascos quedaron recogidas en una de sus obras más importantes: España y las Españas (1950), donde antepone la existencia de una unidad histórica a las pretensiones disgregadoras. Partidario de la formación de un Estado fuerte y democrático, descentralizado pero unitario, Granados conserva en su imaginario político una parte singular del republicanismo histórico.

En 1959 escribe otra de sus obras más destacadas, La cuestión religiosa en España. En 1965 fue socio fundador de la Agrupación Europeísta de México que recogió el testigo de la revista Las Españas en la defensa del federalismo, esta vez europeo. Tampoco olvidó su afición por la literatura, que siguió cultivando durante el exilio hasta su muerte en México 1972.