Nacido en la aldea de este nombre hacia 1300, perteneció al cabildo bilbilitano de la orden del Santo Sepulcro y fue comendador de los lugares sepulcristas de Nuévalos y Torralba de los Frailes, así como tesorero del arzobispo de Zaragoza Lope Fernández de Luna, Patriarca de Jerusalén y Canciller real. Su prolongada estancia en Zaragoza propició una muy estrecha relación con las dueñas del Santo Sepulcro de San Nicolás, y casi el 70% de las cláusulas testamentarias del canónigo se dediquen a ellas. El documento fue otorgado ante el notario de Zaragoza Trifón Ureño el 24 de junio de 1381, un año antes de la muerte del canónigo. Tras el fallecimiento del benefactor las freiras de Zaragoza se embolsaron alrededor de 2.000 sueldos, más los 6.000 dedicados por el testador para terminación de las obras de la casa conventual: 2.000 para la conclusión de su sepulcro, situado en el altar de la Resurrección de la sala capitular; 300 florines de oro costó el retablo del pintor catalán Jaime Serra que lo presidiría; 100 florines los azulejos de Manises que cubrirían el solado de la misma sala.