En el año 1168, la religiosa Toda Ramírez obtuvo los permisos para fundar un monasterio. El propio Bernardo de Claraval le había dado consentimiento para formar parte de la orden del Císter y la reina Petronila de Aragón le cedió el lugar, una ermita dedicada a la virgen que se le había aparecido, según la leyenda, al propio rey Sancho Ramírez.

Ya fundado el monasterio, en 1188, el rey Alfonso II donaría los términos de la propia villa de Trasobares además de las de Tabuenca y Aguarón. El monasterio dependía espiritualmente del Monasterio de Veruela pero disfrutaba de la independencia jurídica y económica que incluía sus propios vasallos y sus propias tierras.

En el año 1412 surgieron graves problemas para el monasterio. Su abadesa, Violante de Luna, rechazó el Compromiso de Caspe por el que se nombraba rey de Aragón a un Trastámara, Fernando de Antequera.

Se negación a este reconocimiento supuso el asedio al monasterio y provocó, en último término, que el Papa Benedicto XIII excomulgara a la abadesa y ordenara a las monjas abandonar el edificio sobre el que se llegó a decretar su derribo.

Parte del monasterio fue efectivamente derruido pero ya en 1419, gracias a la Bula Papal de Martín V, las monjas pudieron regresar y se inició la reconstrucción.

La vida monástica continuó sin conflictos hasta la llegada de los decretos de exclaustración de Mendizabal. En el monasterio sólo residían 10 monjas por lo que las aplicaciones de 1835 obligaron al cierre del monasterio que se hizo efectivo en 1837.

Las religiosas de Trasobares se instalaron en el Monasterio de Santa Lucía o en el Monasterio de Tulebras en Navarra.

El edificio pasó, en parte, a ser propiedad de particulares que los transformaron en viviendas. El resto del monasterio quedaría abadonado y en estado de ruina. En la actualidad se conserva parte de la fachada.