La comunidad de religiosas de Valdoncella se constituye en Santa Creu de Olorde en el año 1237. Ocurre gracias a la donación hecha por el entonces obispo de Barcelona de la iglesia de Santa Creu a una comunidad que perteneciera a la orden de San Benito.

Poco después, en 1259, las luchas entre el rey Jaime I y los nobles de Cataluña fuerzan a las monjas a buscar refugio dentro de la ciudad de Barcelona. Tenían previsto regresar al monasterio de Santa Creu pero entonces el nuevo obispo de Barcelona, Arnau de Gurb, evita su vuelta a un lugar que considera peligroso en el que vivirían desprotegidas.

Se comienza a construir un nuevo monasterio a las afueras de la ciudad, cerca de la Creu Corbeta. Para que las religiosas fueran bien acogidas el obispo concedió indulgencias a los residentes de la zona. De este modo el nuevo monasterio gozaría del apoyo de estos fieles.

En esta época, siglo XIV, la casa alcanza una época de apogeo al convertirse en lugar de paso para los reyes y miembros de la corte que además acostumbran a hospedarse en el monasterio.

Sin mayores conflictos resisten hasta el siglo XVII cuando, durante la Guerra de los Segadores, el edificio sería nuevamente destruido.

Entran en la ciudad de Barelona para residir en el Priorato de Nazaret pero en 1909 sería quemado durante los enfrentamientos de la Semana Trágica de Barcelona.

Una familia, los Valls i Martí, que residían en La Sagrera, acogen a la comunidad de religiosas. Su abadesa inicia las gestiones para encontrar una nueva residencia. El obispo de Barcelona de la época, Torras i Bages, favorece una nueva construcción. Esta se finaliza en 1913 y su iglesia en 1922. Desde entonces esta ha sido la residencia de la comunidad que sigue existiendo bajo la misma advocación de Valdoncellas.