Centro de instrucción militar del arma de Caballería fundado por Antonio Ricardos Carrillo de Albornoz (1727-1794) el 1 de febrero de 175 en la villa toledana de Ocaña. Su objetivo era modernizar este cuerpo y preparar de forma completa y adecuada oficiales de Caballería, de modo semejante a lo que se venía haciendo desde 1764 en Segovia para el arma de Artillería.

Instalada en una antigua casa de labor del extinto Colegio de la Compañía de Jesús, la nueva Academia -así se denominaba en las constituciones de 1778-, pretendía impartir una esmerada y estricta formación tanto militar como civil, moral y religiosa a los 104 cadetes que allí ingresarían, todos ellos pertenecientes a familias de "hidalguía notoria" y economía saneada; pero a pesar de este carácter elitista, se reservaron plazas para hijos de oficiales, que recibieron además ayuda económica.

Al mando de la dirección se puso al Inspector General de Caballería, ayudado por un comandante, un sargento mayor y tres capitanes. Los profesores, que también era oficiales de caballería, eran propuestos por el director al monarca y además de "tener inteligencia para el objeto", debían tener "costumbres irreprensibles, instrucción, cultura y decoro" y enseñaban desde aritmética, geografía, mecánica, fortificación, táctica, etc.. Además, profesores laicos escogidos por el director se encargaron de impartir primeras letras, lengua, historia, esgrima y baile. Completaban la plantilla un capellán, un médico y un cirujano.

El elevado gasto que suponía su mantenimiento y el rechazo de las altas esferas militares a la reorganización de la Caballería, motivaron el cierre de la Academia diez años después de su creación. Buena parte de los cadetes que allí estudiaban se incorporaron a diversos regimientos de Caballería; los más jóvenes ingresaron en el Seminario de Nobles de Madrid.