A la hora de hablar del convento de Sant Jordi y Sant Domènec nos tenemos que remontar al siglo XIV, cuando Bartomeu Ponç dejó testamento en el que otorgaba un fondo para construir una capilla a Sant Pere y Sant Pau. Posteriormente el obispo de Tortosa funda una lectoría y en 1368 se comienza la construcción de un colegio junto a la capilla.

Este colegio obtuvo la categoría de estudio general en 1372 y se confió a la Orden de los Predicadores. Ya en el siglo XVI, en el año 1542, se formaliza, a través de una autorización papal, la fundación de un convento dominico. Hasta ese momento, aunque los dominicos llevaban el colegio, no poseían casa, viviendo en la canónica de la Catedral de Tortosa. Las obras del colegio terminaron en 1578 y las de la iglesia en 1585, éstas últimas fueron iniciativa del obispo Juan Izquierdo, también dominico.

En los siglos XVIII y XIX, se desarrollan la decadencia y finalmente desaparición del convento. En el año 1718 son abolidos los estudios generales y el colegio queda vinculado a la Universidad de Cervera. El siglo XIX quedaría marcado por las varias expulsiones que sufrieron los frailes, la primera de ellas en 1809 al ser expulsados bajo dominio francés a través de la aplicación del decreto de supresión de órdenes religiosas de José I.

En el año 1815, tras el fin de la Guerra de la Independencia, se produce el regreso de los dominicos al convento, pero en 1821 son nuevamente expulsados debido a la Ley sobre monasterios y conventos de 1820, promulgada durante el Trienio Liberal. La supresión definitiva sucedería en 1835, cuando son aplicados los decretos exclaustradores del ministro Mendizábal. El convento acabaría siendo usado como cuartel desde 1854.