Institución cuyos trámites de fundación fueron iniciados en 1649 por el Dr. D. Juan de Escobar del Corro (inquisidor en Córdoba, integrante del Consejo de Felipe IV y miembro de la Suprema y General Inquisición) tras obtener licencia del monarca, el Real Consejo de Castilla y el Consejo de Órdenes. De cualquier modo, adquirir dicho permiso no resultó fácil, pues el Concejo de la villa se negó en reiteradas ocasiones a permitir la fundación, amparándose en el hecho de que la presencia de un nuevo cenobio cuando ya existían dos previos (de franciscanos y de concepcionistas) supondría una carga excesiva para una localidad de poco más de quinientos habitantes.

Superadas las trabas, D. Juan deseaba poder erigir en la villa un colegio-convento de carmelitas en el que se educara a niñas pobres o huérfanas, pero su fallecimiento ese mismo año le impidió ver cumplido su anhelo. No obstante, su hermana Dª Juana de Escobar, heredera universal de los bienes, recogió el testigo y continuó su labor, donando unas viviendas que fueron ocupadas por diez religiosas traídas del monasterio de la Inmaculada Concepción del Carmen de Talavera la Real (Badajoz). Sin embargo, la institución no se consideró oficialmente fundada hasta el 30 de abril de 1652, fecha en la que fue depositado el santísimo sacramento.

Poco después, D. Alonso del Corro (sobrino de los fundadores) edificó a sus expensas la iglesia y reformó el primitivo edificio cedido por su tía, procurándole una distribución propiamente conventual. Aunque las reformas fueron constantes a lo largo de los siglos, el conjunto puede considerarse finalizado en 1670.

El éxito que supuso la fundación del colegio-convento motivó que entre 1669-1671 se iniciara un pleito entre las comunidades concepcionista y carmelita de la villa, pues la creación del seminario dirigido por estas últimas acaparó la totalidad de las vocaciones. Las hermanas de la Concepción comprobaron cómo los ingresos de novicias se redujeron, por lo que consideraron necesario iniciar un litigo para romper el monopolio. A pesar de los esfuerzos, perdieron la causa (hecho que supuso la agravación de su situación económica) y las carmelitas continuaron con su labor pedagógica.

Hasta 1746 no tenemos noticias de la comunidad, cuando D. Alonso de Corro y Guerrero (I conde de Montalbán, secretario del Santo Oficio de la Inquisición de Llerena e hijo de D. Alonso del Corro) se convirtió en benefactor del cenobio, dejando una obra pía para su sustento.

La existencia de la comunidad continuó sin sobresaltos hasta febrero de 1810, cuando con motivo de la invasión francesa, la villa fue conquistada y su convento ocupado por tropas. Se desconoce dónde se refugiaron las hermanas tras su expulsión, pero se tiene constancia de que, una vez rechazado el invasor (agosto de 1812), lograron regresar a su hogar. No obstante, este había sufrido un grave expolio y su estructura se había visto afectada por una destrucción desmedida acaecida en enero de 1811 por lo que, presumiblemente, la comunidad tuvo que buscar algún nuevo patrocinador que financiase la reconstrucción del edificio.

A penas dos décadas después, las hermanas recibieron un nuevo golpe. En este caso, las leyes de Mendizábal aplicadas entre 1836-1837 expropiaron toda su hacienda excepto su cenobio en el cual, además, acogieron al total de la comunidad procedente del vecino convento de la Concepción, enajenado por decreto.

Con lo mínimo para mantenerse, las hermanas carmelitas lograron subsistir hasta el 8 de septiembre de 1936 cuando, tras el estallido de la Guerra Civil, tanto la iglesia como el convento fueron asaltados por tropas republicanas que sustrajeron y destruyeron gran parte del patrimonio atesorado, castigando y vejando igualmente a la comunidad. A pesar de ello, esta logró permanecer en su recinto durante el transcurso de la contienda.

En la actualidad, el cenobio sigue en activo.

El patrimonio artístico atesorado tanto en la iglesia como en el convento destaca por su calidad. Entre las numerosas obras sobresalen: los retablos "Mayor", del "Sagrado Corazón" y de "Santa Teresita del Niño Jesús", obras de Juan Martínez de Vargas; lienzos asociados al taller de Francisco Pacheco y óleos de Francisco de Zurbarán (entre los que despuntan "La aparición de la Virgen al monje Soriano y de San Elías", "El Misterio de la Santísima Trinidad", la "Virgen de Guadalupe de México", entre otros).