Los Canónigos Regulares del Santo Sepulcro era una orden religiosa cuya fundación se atribuye a Godofredo de Bouillon después de la conquista de Jerusalén en 1099 con el objetivo de cuidar de la Iglesia del Santo Sepulcro y otros centros de devoción de aquel territorio recién conquistado. Originalmente, los canónigos eran seglares, pero fueron reformados y transformados en canónigos regulares por el patriarca Arnould de Roeulx en 1114.

Las funciones de los Canónigos del Santo Sepulcro eran:

- El culto público a Dios mediante misa conventual.

- El rezo del oficio divino.

- El ejercicio del ministerio pastoral.

- La recitación de las horas canónicas en el coro.

El número de canónigos era de 20. Hacían los votos de pobreza, castidad y obediencia, se consagraban por profesión a la Iglesia del Santo Sepulcro, tenían vida en común y se regían por la Regla de San Agustín.

La Orden del Santo Sepulcro llegó a la Península en 1144. El rey de Aragón, Alfonso I el Batallador, había concedido parte de su reino a la Orden en su testamento. Finalmente, el testamento no se cumplió, pero los Canónigos del Santo Sepulcro recibieron a cambio distintas propiedades y encomiendas. La más importante fue un solar en Calatayud para construir el Priorato General, con jurisdicción sobre Nuévalos, Torralba de los Frailes, Tobed, Codos, Santa Cruz, Aldehuela e Inoges. También tuvo cierta jurisdicción sobre Nombrevilla y algunas iglesias de Borja, Valencia y Huesca. En Santa Anna de Barcelona se levantó otro priorato de la orden con jurisdicción sobre las comarcas catalanas.

El primer prior general de la Península, Giraldo, puso a los canónigos bajo la Regla de San Agustín y copió todas las funciones del Santo Sepulcro de Jerusalén. Además, los canónigos no podían salir del monasterio sin permiso del prior, jugar ni reñir. Inicialmente, se establecieron 13 canónigos, pero ese número osciló mucho con el tiempo.

Los Canónigos Regulares del Santo Sepulcro fueron suprimidos en Italia por el Papa Inocencio III el 28 de marzo de 1489, pero se permitió su continuidad en otros países, como España.

Finalmente, el Concordato de 1851 entre España y la Santa Sede, que regularizó las relaciones entre la Iglesia y el Estado después de la desamortización, suprimió los Canónigos Regulares del Santo Sepulcro.