Las monjas dominicas fueron llamadas a La Orotava en 1626 por Nicolás de Cala, clérigo presbítero, que cedió unas casas para realizar la fundación del convento. Cuando falleció Nicolás de Cala, no había sido terminada la construcción y los familiares del presbítero no quisieron hacerse cargo de ella, por lo que las monjas tuvieron que esperar hasta 1632, cuando Diego Benítez de Lugo terminó las obras y construyó la capilla mayor.

A principios del siglo XVIII el convento sufrió un grave incendio que provocó la práctica ruina del mismo, algunas monjas se asentaron el monasterio del Puerto de la Orotava, de la misma orden y otros ocuparon el colegio de Jesuitas, hasta que, con la ayuda económica del marqués de Celada, del obispo Lucas Conejero y de varios caballeros, se pudo elevar una nueva construcción.

No permanecerían mucho las monjas en ese nuevo convento ya que de nuevo un incendio, acaecido el 27 de julio de 1761, volvería a destruir el edificio. Ésta vez la construcción del tercer edificio conventual corrió a cargo del coronal Juan de Franchi Grimaldi, que alojó a las monjas y costeó la obra, siendo la toma de posesión el 8 de junio de 1769. En el siglo XIX la vida del convento llegó a su fin tras verse afectado por los decretos de exclaustración de 1835. Éstos decretos supusieron el cierre del convento y el traspaso del edificio a manos del Ayuntamiento.