El 1 de enero de 1158, el rey Don Sancho, hijo de Alfonso VII, firma carta de donación perpetua de la villa y fortaleza de Calatrava a favor de la Orden del Císter, representada por el Abad Don Raimundo de Fitero. Los caballeros asumieron la regla del Císter hasta que el papa Alejandro III en 1164 les otorga regla propia, que permite diferenciar a los caballeros de los frailes de la orden. Creada para proteger contra los almohades las rutas entre Andalucía y Toledo, su patrimonio territorial se extendió inicialmente por la comarca del Campo de Calatrava; su participación en la conquista de Andalucía le valió numerosas posesiones (Martos, Priego, Cabra, Osuna) llegando a contar en los momentos de mayor explendor con más de 70 encomiendas. El potencial económico y militar que alcanzó la orden en los siglos medievales hizo que su maestrazgo fuese pieza codiciada por la nobleza, con lo que su fidelidad a la Corona atravesó por numerosas vicisitudes, especialemnete en los últimos años del siglo XIV y primera mitad del XV. Tras su incorporación a la Corona en 1492, al igual que Santiago y Alcántara, la Orden se convirtió en uno de los soportes de la monarquía de los Austrias, que enajenaron numerosas encomiendas e, incluso, llegaron a hipotecar los bienes de la mesa maestral, además de conceder su hábito como premio honorífico a numerosas personas. Con la desamortización de 1835 perdió todos sus bienes definitivamente y fue suprimida con el advenimiento de la I república, aunque luego sería restaurada con carácter meramente honorífico.
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Organismos jerárquicamente relacionados
El templo fue fundado en 1576 por una comunidad de monjas calatravas provenientes de Pinilla de Jadraque (Que a su vez ocupaban un cenobio construido el 17 de junio de 1218 para una comunidad de la Orden del Cister) y que fueron trasladadas a esta villa entre otras razones por ser cabeza de partido, cabeza de encomienda y sede del priorato de Zorita. Cinco años después de su traslado el conjunto ya estaba levantado. Poco disfrutaron de su estancia en Almonacid, pues en 1623 eran de nuevo, trasladadas, en esta ocasión a Madrid (de donde fueron desalojadas por la revolución de 1868).
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