Historia Archivística:

La documentación jesuítica ha sufrido una vida azarosa a raíz de la expulsión de la Compañía en 1767, así como las posteriores de 1820, 1835, 1868 y 1932. En un primer momento todos los fondos confiscados, tanto los de la península como de las casas de Ultramar, fueron centralizados en el antiguo Colegio Imperial, luego Reales Estudios de San Isidro.

En 1815, con el restablecimiento de la Compañía, se creará una Junta de Restablecimiento para la administración de sus bienes, la cual recibirá el Archivo de las Temporalidades. A finales del siglo XVIII e inicios del XIX se van a producir los primeros desmembramientos debidos a los cambios que van a tener lugar en las instituciones encargadas de su administración, entre ellas en el Ministerio de Gracia y Justicia y el de Hacienda.

La dispersión más importante se produjo tras la revolución de 1868, cuando mucha documentación fue vendida al peso, gran parte de la cual fue comprada por Francisco Javier Brabo y donada posteriormente al Archivo Histórico Nacional en 1872. Otros ingresos posteriores fueron los procedentes del Archivo General Central de Alcalá de Henares, en 1897 y 1898, Archivo del Reino de Valencia, en 1897, Archivo de la Delegación de Hacienda de Madrid, en 1899, y Archivo de la Delegación de Hacienda de Ávila en 1900 y 1901. No obstante, pese a este intento de centralización de toda la documentación de Compañía en Madrid, hubo una parte que no llegó aquí. La más importante, tanto por su número como por su importancia, es la que se encuentra en la Real Academia de la Historia y en menor medida la del Archivo de España de la Compañía de Jesús en Alcalá de Henares. Un volumen notable se conserva también en el Archivo del Reino de Valencia y algo en el Archivo de la Corona de Aragón. Pero igualmente es muy importante existente fuera de nuestras fronteras, entre la que destaca la del Archivo Nacional de Chile, que procede de España donde fue comprada en Madrid en 1877, seguida por la de Argentina, México, Paraguay, Colombia y Ecuador.

La documentación de Temporalidades, producida por las diferentes instituciones que se encargaron de la gestión de los fondos de la Compañía de Jesús tras su disolución, figura en el Inventario de Araceli Guglieri individualizada para cada colegio, residencia, etc. Creemos que este fondo de Temporalidades fue en un principio único y que cuando se acometió la reorganización de toda la documentación jesuítica se separó artificialmente y colocó a continuación del fondo propio de cada casa jesuita. Cuando se estudien estos documentos en profundidad se decidirá sobre su ubicación definitiva en el cuadro de clasificación del archivo.

Historia Institucional / Reseña Biográfica:

   La Compañía de Jesús fue fundada por Ignacio de Loyola y aprobada por Paulo III por la bula Regimini militantis Ecclesiae el 27 de octubre de 1540. La norma inicial para su funcionamiento quedó plasmada en la Formula instituti, redactada por Ignacio y sus compañeros en 1539. En ella se establecía la naturaleza y los fines de la Compañía, A los tres votos tradicionales de pobreza, castidad y obediencia, añadían un cuarto de obediencia al Papa. Pero una orden religiosa necesitaba de unas normas más desarrolladas que posibilitaran su estructuración orgánica y su desarrollo. Para este fin se redactaron unas Constituciones en 1541 y acto seguidos se procedió a la elección del primer Prepósito o Superior General de la Compañía, saliendo elegido Ignacio de Loyola. Durante los años 1547-1550 se llevó a cabo una revisión del texto constitucional de donde salió una nueva versión en 1552 en la cual Ignacio fue introduciendo modificaciones hasta su muerte (1556) y fue aprobada en la Primera Congregación General que tuvo lugar en 1558. La Compañía de Jesús se estructura como una orden fuertemente jerarquizada y centralizada.

   En el Prepósito General, cargo vitalicio, recae la dirección de la Compañía y él directamente nombra a los Provinciales y los Superiores de las Casas Profesas. La obediencia ciega a los superiores será otra de sus características, junto con la especial al Papa derivada de su cuarto voto.

   El éxito de la Compañía fue inmediato y así, a la muerte de Ignacio en 1556, contaba con más mil miembros divididos en diferentes provincias en España, Italia, Portugal, Francia y Alemania, así como en las misiones en las América, Japón y colonias portuguesas de América. En España se constituyeron tres provincias en 1554: Castilla, Andalucía y Aragón y, en 1556, la de Toledo. Así perduraron hasta la expulsión de 1767. En 1616 su número ascendía a más de trece mil en treinta y dos provincias. En 1773, fecha de su disolución, contaba con veinte  y tres miembros en treinta y nueve provincias.

   Entre los fines de la Compañía uno de los más destacados fue su dedicación al apostolado, fundamentalmente por medio de la predicación de la palabra y a este fin se orientará su larga formación. Ignacio solamente se opuso a dos actividades apostólicas, el desempeño estable en parroquias y la dirección espiritual de religiosas. También rechazó la creación de una rama femenina como la tenían las otras órdenes. No obstante, con el tiempo los jesuitas fundaron gran cantidad de congregaciones religiosas femeninas, las congregaciones marianas. Este apostolado no conocía fronteras y fue muy importante en América del Sur donde adquirieron especial renombre las reducciones del Paraguay con los guaraníes. Igualmente sus misiones llegaron a China con los padres Ruggieri  y Ricci

   La dedicación a la enseñanza fue otra de las ocupaciones principales de los jesuitas, hasta tal punto que la convirtieron en la principal orden de enseñanza en el mundo católico. El primer colegio se creó en Mesina en 1540. En 1599 el Prepósito General Acquaviva publicaba la Ratio Studiorum donde se exponían los métodos de enseñanza bajo forma de reglas y que dio tanta fama a su enseñanza pero que también se utilizó como elemento de crítica por sus detractores. La enseñanza que ofrecían era gratuita para todos, convirtiéndose así en los principales de la juventud. También fueron confesores de los reyes con la influencia que en el terreno político esto suponía. Así no es de extrañar que la mayoría de sus fundaciones fueran colegios

   Todo fue  el desencadenante para que a partir del siglo XVIII la Compañía fuese objeto de ataques en Europa, siendo expulsada de Portugal (1759), Francia (1762), España (1767), Nápoles (1767) y Parma (1768), hasta que en 1773 el papado, bajo presiones, procedió a su disolución. Entre las causas que llevaron a su disolución, que consiguieron  se pueden apuntar tres fundamentalmente, el jansenismo, el regalismo y el absolutismo regio. Fue restaurada por Pío VII en 1814.

   En España la Compañía fue restaurada por Fernando VII, motivo por el cual se la consideró aliada del absolutismo y que llevó a una nueva supresión con los gobiernos liberales en 1820 y 1835. Restablecida de nuevo en 1852 tras la firma del Concordato de 1851, pero únicamente como orden misionera y de forma completa en 1858, fue suprimida nuevamente en 1868. En 1880 fueron restaurados una vez más hasta el paréntesis final de la II República (1932). En 1938 la Compañía volvía a ser restaurada.

   En su organización administrativa hay que señalar que en 1900 se mantenían las tres antiguas provincias de Aragón (con las misiones de Filipinas, Chile y Paraguay), Castilla (con las misiones de Antillas y Colombia) y Toledo (con las misiones de Ecuador y Perú). Como novedad se creó la provincia de León en 1918, desgajada de la de Castilla y en 1924, la de Andalucía de la de Toledo. Las misiones Hispanoamérica se fueron independizando progresivamente.

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