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Para dar fin a los disturbios ocasionados en el Motín de Amberes, en 1576, Felipe II había enviado a su hermano Juan de Austria, que acordó unas capitulaciones con los comisarios y diputados de los Estados Generales de los Países Bajos. Después, los embajadores del emperador electo de Romanos, Rodolfo II, y los enviados por el príncipe del Imperio, duque de Juliers, se reunieron con el representantes de don Juan de Austria, Octavio de Gonzaga, y acordaron los siguientes puntos: se considerarían como no ocurridas todas las ofensas e injurias inferidas durante ese tiempo. La paz firmada en Gante el 8 de noviembre de 1576 con el príncipe de Orange y los estados de Holanda y Zelanda, y confederados, se aprobaba y ratificaba en todos sus puntos, así como la convocatoria de los Estados Generales. Deberían salir todos los soldados extranjeros de los Países Bajos en un plazo de veinte días, dejando en el país todas las vituallas, artillería y municiones; se liberarían sin rescate los prisioneros de ambas partes. En cuanto a la devolución de cargos y oficios, se pospondría hasta concluir la junta de Estados Generales. El rey mantendría a todos los gobernadores, conservándose los privilegios, usos y costumbres de los Países Bajos y nombrando para aquellos puestos a los naturales del país; dichos estados prometían mantener la fe católica y la obediencia a Felipe II. Recibirían a don Juan de Austria con la solemnidad acostumbrada, quedando en vigor el tratado de Gante. Los sucesores de Felipe II y sus representantes, jurarían solemnemente observar y hacer guardar estas ordenanzas antes de comenzar el desempeño de su misión.

Firma en nombre del rey su hermano don Juan de Austria; por los Países Bajos Cornelio Weellemans, de Brabante, y a ruego de ambas partes, lo suscriben también los embajadores imperiales y el duque de Juliers. Consta de dieciocho artículos.