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El D.129 es una carta al IX duque del Infantado informando de los disturbios producidos en la Ciudad de México, de igual manera que en la carta adjunta que envió al rey.

El D.130 es una copia de una carta enviada al rey informando de los tumultos producidos en la Ciudad de México, valiéndose de algunos ministros de la Audiencia de México para averiguar lo sucedido judicialmente, estando el virrey en el convento de San Francisco, le llegaron las noticias de Juan de Arechaga Casas, oidor más antiguo quien se refugió en el hospital de San Hipólito extramuros de la ciudad disfrazado, pasando al convento de Santa Clara y luego fue a verle al de San Francisco. El auditor general de la guerra Francisco Fernández Marmolejo se fue al colegio jesuita de San Pedro y San Pablo y el auditor Jacinto de Vargas Campuzano estaba enfermo aunque acudió a la Audiencia, no así Agustín Félix Maldonado, quien también estaba enfermo. Pedro de la Bastida estaba en la provincia de Chalco para ver la cosecha del maíz; Jerónimo Chacón Abarca, alcalde del crimen estuvo los primeros días del tumulto en el convento de San Francisco, hasta que se marchó con otros religiosos a una capilla donde tomó el hábito franciscano; Francisco de Sarasa Arce estuvo con el arzobispo [Francisco de Aguiar], queriendo este salir pero se lo impidieron por la gran cantidad de gente que había junto al palacio; Manuel Suárez Muñoz se excusó con sus achaques; Benito de Novoa fiscal de lo civil no salió de su casa por su edad y enfermedades; Juan de Escalante Mendoza, fiscal del crimen fue a ver al virrey quien le dio órdenes y no escuchó rumores en la calle que fueran en contra de los ministros. 

También daba información sobre el pulque haciendo lo que el rey indicara, creyendo que su prohibición sería lo mejor, que el pulque fuera solo el jugo del maguey simple, sin mezcla ni confección alguna, que son los que provocan la excitación entre los indios, llamándose el jugo simple agua miel, que es solo medicinal, sin hacer otra diferencia con el pulque blanco y amarillo, no habiéndolo en otras provincias como Guatemala o Michoacan, causando muchas muertes entre los nativos. A los pocos días del tumulto se puso al corriente la alhóndiga para que entraran los granos y las semillas para vender, quedando sin problema la universidad.