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Felipe III, atendiendo a la petición de las ciudades confederadas del Hansa Teutónica, renueva la antigua amistad y confirma los privilegios que les habían concedido los reyes de Portugal, extendiéndolos a Castilla. Son embajadores de Hansa Juan Dommano, doctor en ambos derechos y síndico; Henrico Brockes, senador de Lubeck; Hierónimo Voegler, senador de Hamburgo y Arnoldo Wanholten, senador de Dantzig. Después de consultar al Consejo de Estado, se acuerda que los habitantes de las ciudades hanseáticas pudieran entrar libremente en los puertos españoles y ejercer el comercio pagando lo establecido. Estarían exentos de impuestos el oro, la plata, el trigo, la madera de navíos, mástiles y municiones, la comida, bebida y los vestidos. Podrían tasar sus propias mercancías, almacenarlas en los puertos durante un año y llevarse el oro y la plata obtenidos con estas transacciones. Un juez especial y un cónsul atenderían todas sus causas. Podrían constituir en Sevilla casas y tiendas y tener lonja para sus mercancías. Consta de cuarenta y siete artículos.
Ratificación por parte de los delegados hanseáticos del tratado que el rey había ratificado el 28 de enero 1648, acordado por el conde de Peñaranda y A. Brun. Consta de veinte artículos, a los que se han añadido otros trece concretando algunos puntos. Firman la ratificación David Glexin, delegado de Lübeck, y Juan Cristóbal Maurer, de la república de Hamburgo, que ponen también sus sellos.