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Valle-Inclán agradece a Manuel Azaña el envío del ejemplar del número de La Pluma dedicado a él. Le comenta el estado convaleciente de toda la familia, enfermos de sarampión y gripe. Le agradece la muestra de amistad que Azaña y Cipriano de Rivas le han brindado con la publicación del monográfico de la revista, confesándole que su lectura le resultó algo necrológica. Valle le trasmite su opinión sobre el artículo de Azaña. Finaliza la carta con el reconocimiendo del cariño mutuo entre ellos y con su intención de enviarles algún trabajo para la revista.