El colegio de Monterrey, fundado a mediados del siglo XVI, fue el primero de los que tuvieron los jesuitas en tierras gallegas y el último de los que San Ignacio aprobó en la Península antes de su muerte. La fundación de Monterrei fue seguida en las décadas siguientes por las de los colegios de Compostela y Monforte de Lemos y Ourense, A Coruña y Pontevedra (ya en el siglo XVII), convirtiéndose la Orden en la principal institución dedicada a la enseñanza secundaria en Galicia.

La escritura de la fundación del Colegio se firmó en Santiago, aunque otras fuentes hablan de Valladolid, y en la primavera de 1556 llegaron los primeros jesuitas. La puesta en marcha del centro fue posible gracias a la colaboración de varias personalidades muy cercanas a los jesuitas: Alonso de Acevedo y Zúñiga, humanista y protector de las ciencias, Francisco Manrique de Lara, obispo de Orense y, por último, Don Alfonso de Acevedo, tercer Conde de Monterrey, que dotó al Colegio de los bienes necesarios para su fundación y expresó se firme deseo de que el colegio quedara bajo la advocación de Santiago el Mayor.

El Colegio de Monterrey se convirtió en poco tiempo en un Seminario formal del obispado de Orense, es decir, un Colegio residencial con régimen de internado, gobierno propio y formación escolar. Hasta el siglo XVIII fue el más importante de los colegios gallegos y uno de los más importantes de la provincia de Castilla. A finales del siglo XVI sobrepasaba los 1000 alumnos y hubo un intento de convertirlo en universidad para impartir enseñanzas superiores, aunque esto último no llegó a concretarse; de haberse logrado, sería la segunda universidad para Galicia después de la de Santiago, que había empezado a funcionar pocos años antes, en 1555.

Como en el resto de los colegios jesuíticos europeos y peninsulares, en Galicia había representaciones teatrales en las fiestas principales y como agasajo a visitantes ilustres y en el colegio de Monterrei era habitual la representación por parte de sus alumnos de obras de teatro, sobre todo de temática mariana, ya que el centro tenía a la Virgen como una de sus patronas puesto que los Padres jesuitas habían llegado a la villa un 24 de marzo, víspera de la fiesta de la Anunciación. De su relación con las artes también hay que señalar que algunas fuentes creen sus aulas acogieron temporalmente como estudiante a Miguel de Cervantes.

La presencia jesuita desapareció de Monterrei en 1767 con la aplicación de la Pragmática de Carlos III que dejó el Colegio desierto para siempre. Del edificio material ya no queda nada. La iglesia pasó a cargo de los padres franciscanos, su biblioteca a la Universidad de Santiago, y sus cuadros y obras artísticas tuvieron diferentes destinos.