Nos encontramos ante uno de los conventos más antiguos de los fundados en Sevilla. Tras la conquista de Sevilla, el 22 de diciembre de 1248 se produce la entrada solemne de Fernando III en la ciudad. Muy poco tiempo después el monarca comienza con la política de "repartimientos". El origen de esta política la encontramos en la fundación del convento. Ya que en 1249 dona unas casas y terrenos a los franciscanos que le habían acompañado durante la conquista. Esto sentaría el precedente para las operaciones de repartimiento que comenzarían a efectuarse en 1251.

Muy pronto el convento con la obra benefactora de los monarcas, así en 1268, Alfonso X donó una mezquita y unas casas de su pertenencia, produciéndose la primera ampliación del convento. Los privilegios del convento fueron confirmados y ampliados por varios monarcas. Así Fernando IV lo hace en 1348, Enrique II en 1371, el infante Fernando en 1441 y Juan II en 1446. Pedro I se encargó de la construcción de la iglesia.

El conjunto artístico y arquitectónico del convento sería de gran importancia en la ciudad, ya que la iglesia conventual era considerada la segunda más grande de Sevilla tras la catedral. El convento poseía estudios en Teología y Escolástica, y en algunos momentos poseyó estudios de Artes. En 1500 se hizo un intento de elevar a rango universitario los estudios que se impartían, pero no llegó a fructificar. Asimismo el convento ejercía el patronato de hospitales.

En 1478 la Asamblea de Clero de Sevilla trató cómo las exenciones que poseían algunos religiosos, los apartaban del espíritu original de la regla, por aquel entonces se vivía un clima de renovación religiosa y los observantes se abrían paso como nueva forma de entender la vida monástica. El primer intento de que el convento abrazase la reforma fue en 1481, pero no culminó ya que Sixto IV lo evita en última instancia, pidiendo a Isabel I que recupere la normalidad del convento sevillano, que ha sido ocupado por observantes. Finalmente en 1495, y gracias a la actuación de Francisco Jiménez de Cisneros, férreo defensor de la observancia, el convento se suma a la reforma de forma definitiva.

En 1835 el convento cerró definitivamente sus puertas tras la aplicación de la exclaustración decretada por Mendizábal. En 1840 el edifico fue demolido.