Militar español. Juan Martín Díez, el Empecinado (1775-1825). Soldado, guerrillero y general de ideas liberales.

Fue labrador (y se conserva su casa en su localidad natal). A los naturales de Castrillo se les llamaba con el mote de "empecinados", por unos arroyos llenos de pecina (el cieno verde de aguas en descomposición), que atravesaban el pueblo y de ahí puede venirle el apodo. Desde muy joven tuvo vocación militar. A los 18 años, se enroló en la campaña del Rosellón (Guerra de la Convención, de 1793 a 1795). Esos dos años que duró la contienda fueron un buen aprendizaje en el arte de la guerra, además de ser el comienzo de su animadversión hacia los franceses.

En 1796, se casó con Catalina de la Fuente, natural de Fuentecén (Burgos) y en este pueblo se instaló como labriego hasta la ocupación de España por el ejército de Napoleón en 1808, suceso que le decidió a combatir contra los invasores.

Durante la guerra de la Independencia española (1808-1812) estuvo al frente de guerrillas en casi toda la Península. Al principio, su lugar de acción fue la ruta entre Madrid y Burgos.

Obtuvo de la Junta Central el grado de capitán del Ejército en 1809 y la Regencia le nombró brigadier. Se extendió su campo de acción hacia la Sierra de Gredos, Ávila y Salamanca, para seguir después por las provincias de Cuenca y Guadalajara. El cometido principal de estas guerrillas era dañar las líneas de comunicación y suministro del ejército francés. El daño hecho a los franceses fue considerable, de tal manera que nombraron al general Joseph Leopold Hugo como «perseguidor en exclusiva» del Empecinado y sus gentes.

En 1811, estuvo al mando del regimiento de húsares de Guadalajara contando con una partida de unos 6.000 hombres. En 1813, el 22 de mayo, ayudó en la defensa de la ciudad de Alcalá de Henares (Madrid), y en el puente de Zulema, sobre el río Henares venció a un grupo de franceses que le doblaban en número.

Al volver a España el rey Fernando VII en 1814 le pidió que restableciera la Constitución de 1812 y por ello, fue desterrado a Valladolid. Fue nombrado Gobernador militar de Zamora durante el Trienio Liberal, tras secundar el levantamiento constitucionalista de Riego de 1820. Restaurado el absolutismo, Juan Martín marchó al exilio a Portugal. Solicitó permiso para regresar sin peligro pero fue detenido y entregado a las autoridades. Fue hecho prisionero y condenado a muerte. Murió ahorcado, en lugar de ser fusilado, el 20 de agosto de 1825.

El apodo de este personaje histórico ha enriquecido nuestro idioma y así se dice empecinarse a, obstinarse o empeñarse en conseguir un fin. No obstante, dicho apodo viene de más antiguo pues era el apodo que tenían todos aquellos que nacían en el pueblo de Castrillo de Duero y es el motivo por el cual, a Juan Martín se le apodaba así. Para los movimientos castellanistas actuales, El Empecinado supone una figura de referencia, al atribuirle la recuperación del ideal comunero en el siglo XIX, entendiendo éste como un movimiento revolucionario de corte federalizante.