Institución de la que únicamente se dispone de datos dispersos que, sin embargo, permiten esbozar parte de su historia.

La documentación conservada confirma que el cenobio fue fundado en 1523 por D. Francisco Álvarez de Toledo y Pacheco, II conde de Oropesa, si bien quien en primera instancia adquirió la finca y financió los cimientos fue Dª Mencía de Toledo, hija de los condes de Coria, la cual tomó los hábitos posteriormente.

Compuesto originariamente por unas cuarenta hermanas al cargo de la abadesa Dª Catalina de Bustos, su número fue reduciéndose paulatinamente, llegando a contar (como recoge el catastro del marqués de la Ensenada) con diecinueve religiosas en 1751.

Poco más puede aportarse respecto a este cenobio, salvo que en 1836, con motivo de las leyes desamortizadoras de Mendizábal, las hermanas fueron obligadas a abandonar su hogar y fusionarse con la vecina comunidad clarisa del convento de Nuestra Señora de la Misericordia; en él residieron hasta 1957, momento en el que, por cuestiones económicas, el total de las hermanas se trasladó al monasterio del Sagrado Corazón de Jesús de Candeleda (Ávila).

Aunque con la desamortización desaparecieron numerosos bienes, prácticamente el total de las pertenencias del cenobio fue trasladado a otras comunidades y parroquias. Caben destacar diversas reliquias aportadas por los condes de Oropesa, como la cabeza de San Constancio, la cabeza de la Virgen de la "Sapiencia", una costilla y piezas pequeñas de una de las once mil vírgenes, un hueso de San Bartolomé, un fragmento del "Lignum Crucis" o varios cabellos de María Magdalena.

Tras la desamortización de 1836-1837, el edificio fue comprado por particulares, quienes destinaron parte del recinto a viviendas. El claustro sirvió unos años de almacén de abonos y, posteriormente, de salón de banquetes. A mediados del s. XX la fachada fue revocada de mampostería y se edificó un piso más. En la actualidad acoge un restaurante.