Historia Institucional / Reseña Biográfica:
El territorio donde se enclava la villa de Candeleda (Salamanca) fue conquistado a los árabes por los guerreros abulenses de Raimundo de Borgoña, hacia finales del siglo XII pasando a pertenecer desde entonces a la corona, bajo la administración de la ciudad de Ávila y perteneciente a la comarca llamada de las Ferrerías, nombre que se la dio por el gran número de fundiciones que había en la zona.
En las Cortes celebradas en la villa de Madrid el 14 de octubre de 1393, el rey Enrique III donó los lugares de Candeleda, Mombeltrán y Arenas de San Pedro a Ruy López Dávalos, condestable de Castilla. Concediéndole también a ésta el título de villa, teniendo desde entonces fueros que regulaban su administración, y que la conferían determinados privilegios y franquicias. Con la caída del condestable Ruy López Dávalos, que fue quien construyó el castillo de Candeleda hoy desaparecido, le son expropiados todos sus bienes y los señoríos que la Corona le había concedido.
La villa de Candeleda, con ciertas tierras de la comarca de las Ferrerías le son dadas en señorío a Pedro López de Zúñiga Justicia Mayor del Reino. Donación hecha por el rey Juan II en la villa de Cigales el 1 de septiembre de 1423. Junto con Candeleda el monarca concede a Pedro López de Zúñiga el señorío de la Puebla de Naciados y Alija, hoy desaparecidos. Señorío que estaba formado por la villa toledana de Valdeverdeja, y las cacereñas de Berrocalejo y el Gordo, así como la romana de Talavera la Vieja, hoy debajo de las aguas del pantano de Valdecañas (Cáceres).
Todas estas poblaciones formaban un territorio situado junto al río Tajo y constituían junto con Candeleda un estratégico dominio de los pasos del ganado trashumante ya que dominaba el paso de la meseta norte a Castilla la Nueva y Extremadura por el puerto de Candeleda, así como el paso del río Tajo por el puente del Conde de Berrocalejo (ya desaparecido). Constituyendo estos pasos fuente de inagotables ingresos, lo que prueba el hecho estadístico de que en el año 1477 por el Puerto de Candeleda pasaron 42.405 cabezas de todo tipo de ganado. Con lo que Candeleda sería un importante punto en la organización del Consejo de la Mesta. Pasó posteriormente el señorío de Candeleda a su hijo don Diego de Zúñiga fue nombrado por el rey Don Enrique IV primer conde de Miranda del Castañar en el año 1457 alcanzando posteriormente los señores de Candeleda además de este título, el de Duque de Peñaranda y Grandeza de España, concedida por el Emperador Carlos V en el año 1520 a su hijo don Pedro. Al parecer durante el gobierno de esta importante familia, fue cuando se reformó la Iglesia, se construyó posteriormente el Hospital y se levantó el Rollo, Símbolo de la Justicia en la villa, en el cual señorean los escudos de las familias de los Zúñiga. A ellos también se debería, la construcción de la muralla de la villa de Candeleda.
En el siglo XVI tuvo Candeleda una importante población ya que llegó a tener en este siglo más de 1.500 habitantes, entre los que había una numerosa población de origen judío, pues sabemos que su aljama o barrio judío, el cual se encuentra situado entre la calle del Hospital (hoy de la Concepción) y la calle de la Amargura, tributaban a la corona de Castilla 750 maravedíes, si bien en 1479 tributaron 1.000 maravedíes. Conocido es el caso de Diego de Cáceres, boticario, vecino de Candeleda, el cual fue inhabilitado y encausado en dos ocasiones, 1.536-7 y 1.547-56 por no obedecer las normas de ejercer cargos públicos, y de honra, montar a caballo, usar armas, usar ropas de seda y paños finos, etc. Se le encausa por no obedecer estos usos, como hijo y nieto de condenados por la Inquisición. Hasta el siglo XIX en que desaparecen los regímenes señoriales, los condes de Miranda del Castañar, como señores de Candeleda, tuvieron sobre la villa de Candeleda y sus tierras jurisdicción civil y militar, derecho a la elección de los representantes de justicia, corregidores, y escribanos. Percibiendo grandes sumas de dinero por los distintos impuestos que ejercían sobre la villa y los lugares que a ella pertenecían. Sabemos que estos impuestos eran cuantiosos en el siglo XVIII.