Alcance y Contenido:
Carta de fray Pedro de Alfaro, franciscano, a fray Juan de Ayora, guardián de Nuestra Señora de los Ángeles en Manila. Informa sobre su llegada a China, la impresión que le ha causado y que fray Agustín [de Tordesillas] que pasa a Manila, dará cuenta de todo y les desengañará de las ideas que tenían sobre esa evangelización. Cuenta su viaje desde que salieron de Ilocos. Su destino era Chincheo, pero se desviaron y entraron por un río caudaloso hasta Cantón, ciudad populosa y amurallada junto a la cual tenían su asiento los portugueses. Eran siete y los habitantes del lugar acudieron a verles. Cuenta todo lo que les ocurrió allí, cómo fueron engañados, la imposibilidad de quedarse por estar prohibido a los extranjeros, y su entrevista con el virrey del lugar siguiendo el protocolo chino. Establecieron correspondencia con el obispo de Macao, quien les ayudó con limosnas. Conveniencia de que los franciscanos se mantengan en China a pesar de las dificultades, y forma en que se podrá llevar a cabo la predicación. Seguridad y control en las poblaciones chinas. Problemas por el desconocimiento de la lengua, que impide el poder explicar a los nativos las intenciones de los religiosos. Dice que Juan Díaz [Pardo], que tanto les ayuda, quiere tomar el hábito franciscano. Aconseja dos cosas: que no se empeñen en conquistar la China, porque es imposible, y que no se fíen de los chinos. Añade una posdata diciendo que, cuando estaban preparados para pasar a Macao, llegaron a Cantón unos portugueses que les hablaron de la Cochinchina y de que los naturales de ese reino pedían religiosos, por lo cual contempla la posibilidad de pasar allí. Avisa que cuando pasen frailes a China no deben llevar cálices de plata, por la codicia de los chinos. (Cat. 2277).