Religioso, confesor y predicador español. Natural y vecino de Toledo. Miembro dela Orden de los Carmelitas Calzados. Sacerdote, confesor y predicador del Convento de los carmelitas calzados de Toledo o Convento de Nuestra Señora del Carmen de Toledo, en donde tomo el hábito a los 17 años.

Fue apresado en las cárceles secretas del Tribunal de la Inquisición de Toledo el 12 de junio de 1698, declarando su genealogía en la forma siguiente: Procedente de una familia de cristianos viejos con limpieza de sangre, era hijo de Sebastián del Castillo, ya fallecido, natural de Cuenca y residente en Toledo con el oficio de mercader y de Catalina de Ávila Salazar, natural de Toledo. Tuvo 6 hermanos. Uno de ellos, Fray José del Castillo, fue religioso de Santo Domingo y predicador. Su tío Juan de Ávila, miembro de la orden de Santo Domingo, residió en el convento de San Pedro Mártir de Toledo.

Fray Bernardo aprendió a leer y escribir en Toledo. Estudió Gramática y a los 17 años tomó el hábito, estuvo tres años estudiando Arte y posteriormente dos años y medio estudiando Biología en la Universidad de Alcalá. De allí fue enviado a un convento de Cuenca para asistir a los enfermos de una epidemia donde estuvo trece meses. Un tiempo después, fue de nuevo llamado por el prior del convento de Cuenca para que le ayudase a predicar. Más tarde, regresó a su convento de Toledo.

Sería en 1698 cuando salió de misión por los lugares de los Montes de Toledo y Extremadura, durante dos meses. En este momento, comenzaron sus problemas con la Inquisición.

En enero de 1699 se le acusó criminalmente de haber sido solicitante en el acto de la confesión sacramental y de hechos supersticiosos. Fue sentenciado a abjurar de levi, ser gravemente advertido, reprendido y conminado, privado perpetuamente de confesar y del ejercicio de las órdenes por dos años, desterrado de Toledo, Madrid, Fuenlabrada y Horcajo alrededor de ocho leguas por 10 años y los dos primeros recluso, con privación de voz activa y pasiva por dos años de reclusión en que ayunara todos los viernes. Se le mandó a cumplir la pena al convento de carmelitas de la villa de Alberca de Záncara (Cuenca); pero a finales de 1699, el Consejo de la Inqusición le dispensó licencia para volver a su convento en Toledo.