La Real Calcografía nació en 1789 para centralizar los diferentes encargos de las Secretarías de Estado y el Despacho. El proyecto fue perfilado por Manuel de Monfort en su Plan de grabadores del rey (1788) en el que abogaba por crear un establecimiento anejo a la Imprenta Real que permitiese a la Corona reducir la factura que pagaba a los grabadores particulares por sus encargos. El proyecto fue protegido por el conde de Floridablanca y se hizo realidad, siendo su primer director el artesano de origen romano Nicolás Barsanti. Entre sus primeras labores estuvo la recopilación de los encargos reales hechos a las distintas imprentas madrileñas y varios proyectos como los Retratos de Españoles Ilustres. La institución, que cambió su nombre en 1867 al de Calcografía Nacional, por el que se la conoce hoy día, ha dependido de diversas instituciones a lo largo de su historia. Dependió de la Imprenta Real entre 1789 y 1819, y entre 1820 y 1867; en el breve periodo de 1819 y 1820 estuvo bajo el amparo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En 1867 empezó a depender del Ministerio de Fomento hasta 1911. Entre 1911 y 1932 fue, en cambio la Escuela Nacional de Artes Gráficas quien se encargó de su administración. Y desde 1932 hasta la actualidad regresó al amparo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

En cuanto a su evolución, es de destacar como tuvo un primer momento de crecimiento y florecimiento que llegó hasta el estallido de la Guerra de Independencia. En ese momento y hasta bien entrado el siglo XIX comenzó una etapa de decadencia motivada, entre otras causas, por el declive de la calcografía en detrimento de nuevas técnicas como la litografía, la xilografía o la fotografía. No obstante, siguió trabajando y así en 1859 inició la publicación de los Monumentos Arquitectónicos de España que tenía como objetivo poner en valor el patrimonio monumental de España.

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