El Patronato Nacional de Sordomudos, Ciegos y Anormales se creó por Real Decreto de 22 de enero de 1910 del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, publicado en la Gaceta de Madrid dos días más tarde. Surgió con unos objetivos de carácter médico-pedagógico; así, en primer lugar, se encargaría del asesoramiento del Ministerio en los asuntos relacionados con estos tres grupos de personas con discapacidad y de llevar una estadística. Al mismo tiempo, la corporación iba a ser responsable de desarrollar medidas dirigidas a la profilaxis, higiene y tratamiento de las tres afecciones, de establecer la organización y régimen de la enseñanza especial, y de inspeccionar los establecimientos de enseñanza y las instituciones protectoras de sordomudos, ciegos y anormales. Además, al Patronato se le asignaron dos tareas que estaban dirigidas a facilitar la integración social de los anormales: la tutela de los afectados, a través de la promoción de la asociación, la representación jurídica de sus tutelados, y el fomento de medidas destinadas a asegurar, una vez llegasen a la etapa adulta, el trabajo y la previsión de estos ciudadanos; la otra, relacionada con la necesidad de crear entre la opinión pública una actitud receptiva ante la cuestión de los anormales, a través de la promoción de conferencias y la publicación de cartillas populares destinadas a vulgarizar los conocimientos sobre la enfermedad. Las funciones asignadas a la institución aumentaron meses más tarde al aprobarse el Reglamento de la misma. En él se hacía responsable al Patronato de los asuntos relacionados con el Colegio Nacional de Sordomudos y de Ciegos que, hasta ese momento, habían sido competencia de la Sección primera del Consejo de Instrucción Pública. Para facilitar su labor, esta misma normativa disponía que el Patronato fuese dividido en tres secciones independientes: de sordomudos, de ciegos y de anormales. Sin embargo, y a pesar de las expectativas que había despertado su creación, el Patronato no llegó a funcionar en sentido estricto durante sus primeros años por la escasez presupuestaria.

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El advenimiento de la II República supuso cambios en la organización de la asistencia y educación de los anormales y así, en abril de 1934, se establecía la creación del Patronato Nacional de Cultura de los Deficientes. Se ampliaba al incluir, junto a las personas con deficiencias sensoriales e intelectuales, a las afectadas por deficiencias motoras. El Patronato iba a encargarse a partir de ese momento de la instrucción de los deficientes en todos los grados; de la formación de su cultura y educación en todo el periodo de su vida en que fueran necesarios medios especiales; de la creación de bibliotecas Braille y de fonotecas circulares para los ciegos; de la preparación, distribución y construcción de material especial para los deficientes; de la promoción de espectáculos y otras manifestaciones artísticas dirigidas a los grupos de discapacitados tutelados por la institución y, finalmente, de la subvención de instituciones dedicadas a estos fines. Desgraciadamente, el estallido de la Guerra Civil dos años después de su creación obligó a la suspensión de la actividad. Habría que esperar hasta la década de los cincuenta para que la Dictadura franquista resucitara la corporación bajo la denominación de Patronato Nacional de Educación de la Infancia Anormal.