El origen del monasterio se remonta al siglo XII. No se conoce la fecha exacta ya que la casa sufrió dos grandes incendios que destruyeron sus archivos pero queda constancia gracias a la confirmación de sus privilegios que hizo Alfonso VII en los que se mencionan los derechos concedidos por Fernando II de León (1157- 1188) al hacer la fundación.

Originariamente estaba ubicado en Gúa, dentro del término municipal de Somiedo. Era considerado un importante monasterio cisterciense con notables posesiones en la zona.

En 1553 se decide su traslado a Avilés. La ciudad tenía interés por que hubiera dentro de sus terrenos una comunidad religiosa importante que les otorgara prestigio y en la que pudieran ingresas mujeres de la nobleza. En 1552 habían iniciado las negociaciones con el reformador de la orden y representante de la congregación, Marcos del Barrio, quien lograría unas inmejorables condiciones para las religiosas de Gúa antes de autorizar el traslado.

La comunidad crece notablemente. Llegó a estar formada por mas de veintisiete monjas a principios del siglo XVIII. Además percibía donaciones y rentas de mas de veinticinco pueblos o cotos.

Gozaron de sus privilegios y su riqueza hasta entrado el siglo XIX. Es entonces cuando, como ocurre con la mayoría de conventos, se ven afectadas por la ocupación de las tropas francesas durante la Guerra de Independencia.

Fueron expulsadas de la casa aunque lograrían regresar en 1813. Aprovecharon el regreso para fundar, tras obtener los pertinentes permisos, una escuela para señoritas. En Avilés no existía ninguna por lo que recuperaron cierto prestigio a la vez que encontraban un modo de recuperarse económicamente.

Los decretos de desamortización de Mendizabal llegaron a afectarles pero lograron mantenerse en la misma ubicación mientras se dirimían los asuntos legales que las podían obligar a abandonar el convento. Se conservan documentos del propio convento en los que se registra la entrada de nuevas religiosas a la vez que esperaban la decisión definitiva para disolver la comunidad.

Esta no llegaría hasta el año 1835. La nueva aplicación de leyes desamortizadoras les obligaría, en este caso de forma definitiva, a dejar el convento.

La comunidad no llegó a desaparecer. Se trasladaron a Oviedo siendo acogidas en el Convento de San Pelayo de esta ciudad y aquí permanecerían hasta 1880 cuando se disuelve la antigua comunidad al ingresar en el Monasterio de Santa María de Grafedes.