El monasterio de Santa María de Armenteira se encuentra en el valle de Salnés, en la ladera occidental del monte Castrove, que hace de línea divisoria entre las rías de Pontevedra y Arousa.

Sus orígenes son confusos, según la tradición se tiene a don Ero, personaje notable de la corte de Alfonso VII, como su fundador de acuerdo con la leyenda transmitida por fray Basilio Duarte en 1624, que fue archivero y prior del monasterio.

Carente esta leyenda de toda base documental, dos son los problemas que se plantean sobre sus orígenes. El primero sería el de su creación y el segundo, el de su incorporación a la orden del Cister. En cuanto al primero, la primera mención documental es de 6 de marzo de 1151, fecha en la que Diego Ovéquiz hace donación al abad don Ero de una heredad en la villa de Gondes.

Pero la aparición en 1975 durante unos trabajos de desescombro de la cabecera de la iglesia una lauda, hacen retroceder sus orígenes a la época prerrománica y por tanto, retrasar la creación del monasterio a una época bastante anterior a la hasta entonces admitida. Habría que ver en Armenteira entonces uno de los numerosos pequeños monasterios surgidos en los siglos IX y X, aunque sin noticias documentales que se pueda constatar, que en 1151 seguía ya la regla benedictina tal como dice el mencionado documento de este año.

El segundo problema sería el de su incorporación al Cister, según Duarte en 1149 pero carente de base documental. Otra fecha propuesta es 1162, aceptada por la mayor parte de los estudiosos. Las primeras noticias ciertas sobre su pertenencia al Cister son de 1190. Lo que si parece claro es que Armenteira no fue una fundación cisterciense, sino una afiliación a la orden. Desde este momento comenzó a recibir donaciones de los reyes, aunque las más numerosas e importante fueron las procedentes de los particulares. Todo ello le llevó a la formación de un gran patrimonio convirtiéndose así en uno de los más importantes monasterios cistercienses gallegos.

Durante los siglos bajomedievales fue objeto de usurpaciones y expolios a manos de los nobles y familias poderosas de la zona, recurriendo a Roma para su devolución.

En 1523 se incorpora a la Congregación benedictina de Valladolid tras la renuncia de fray Gonzalo de Saavedra, aunque no se hizo efectiva hasta su muerte en 1528. No será hasta el año 1536 cuando tiene lugar la confirmación pontificia.