Persona
Redondo Tejerina, Pilar (1869-1957)
1869-10-12 - 1957-03-05
Nace en León (España) el 12 de octubre de 1869. Hija del dibujante, escultor, restaurador y arqueólogo toledano Inocencio Redondo Garcíbañez, académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y catedrático por oposición de Dibujo Lineal, Adorno y Figura del Instituto General y Técnico de León, y de la leonesa Gervasia Tejerina Blanco (m.1894).
En 1897 Pilar se traslada con su familia a Oviedo, ciudad en la que su padre obtuvo la plaza de Vicedirector del Instituto General y Técnico, tras una breve estancia en Madrid. En la capital del Principado de Asturias conocerá a Rafael de Altamira y Crevea, el nuevo catedrático de Historia General del Derecho Español de la Facultad de Derecho de la Universidad de Oviedo, con el que contraerá matrimonio dos años después, el 19 de junio de 1899, en la iglesia de San Isidoro el Real de Oviedo. De este matrimonio nacerán en Oviedo, sucesivamente, sus tres hijos: Rafael (1901), Pilar (1903) y Juana (1905), esta última conocida familiarmente como Nela.
Al regreso de su marido de un viaja a distintos países en 1909 y dentro de los primeros meses de 1910, el ministro de Instrucción Pública Julio Burrel Cuéllar nombró a Altamira Inspector General de Primera Enseñanza en comisión, y posteriormente, director General de Primera Enseñanza por Real Decreto de 1 de enero de 1911, trasladando la familia Altamira-Redondo su residencia a Madrid. Allí permanecerán al dimitir Altamira de su cargo en septiembre de 1913 y crearle el gobierno la cátedra de Historia de las Instituciones Políticas y Civiles de América, adscrita a la Facultad de Derecho de Madrid, al haberse cubierto su antigua cátedra de Oviedo.
En Madrid comenzará para Altamira una etapa de actividad política, tras su ingreso en el Partido Monárquico Liberal de Romanones, siendo elegido senador por la Universidad de Valencia entre 1916 y 1923. También supone el inicio de una importante actividad internacional como miembro del comité de juristas que redactó el reglamento del Tribunal Permanente de Justicia Internacional de La Haya, del cual después sería elegido magistrado y reelegido en 1930. Este nombramiento motivó un nuevo cambio del domicilio familiar a La Haya, centro administrativo de los Países Bajos.
Según el testimonio de Manuel Azaña en sus Memorias, el historiador y jurisconsulto Rafael de Altamira fue uno de los candidatos que se manejaron para ocupar la presidencia de la Segunda República, posibilidad que contó con la cerrada oposición de Pilar Redondo Tejerina y tampoco era de interés para él, jubilado de la cátedra universitaria ese mismo año y desempeñando el cargo de magistrado del Tribunal de La Haya.
El estallido de la Guerra Civil sorprendió a la familia Altamira veraneando con su hijo Rafael y la familia de su consuegro, el Dr. Antonio Garcia Tapia, en Riaza, pueblo segoviano que quedó en la zona nacionalista. El Tribunal Internacional de La Haya reclamó la presencia de Altamira, trasladándose Pilar a esa ciudad con pasaporte de la Junta Militar de Burgos junto a su hija Nela y el propio Altamira, permaneciendo en La Haya hasta abril de 1940, fecha en que fue cerrado el Palacio de la Paz, sede del Tribunal.
Poco antes de que las tropas alemanas ocupasen los Países Bajos, los Altamira se establecerán primero en Montauban, donde compartieron angustia con Azaña y su esposa, y después en Burdeos, Bayona, donde fueron obligados por el ejército alemán a cambiar de residencia, y en Hendaya. Agobiados por el desenlace de la guerra de España y por la ocupación alemana, los Altamira realizan múltiples gestiones para poder viajar a Estados Unidos, así como para tener noticias de sus hijas Pilar y Nela y de sus familias, que consiguen establecerse en México con sus esposos, el farmacéutico socialista Justo Diego Somonte Iturrioz, antiguo alcalde de Bilbao, y el sevillano Victoriano Mateo de Acosta Arce, profesor de Otorrinolaringología de la Universidad Central de Madrid, en julio de 1939 y en octubre de 1941, respectivamente. De su núcleo familiar únicamente se había quedado en la España franquista su hijo Rafael, casado con María de la Luz García-Tapia Hernando, hija del prestigioso otorrinolaringólogo D. Antonio García Tapia, que un mes antes de declararse la contienda les había dado una nueva nieta de la que disfrutaban en Riaza en aquel julio del 36. Rafael fue movilizado por el bando nacional, por su condición de ingeniero industrial. En marzo de 1939 Franco le concedió el empleo de Capitán honorario de Artillería durante el tiempo que durase la campaña, circunstancia que, unida a las relaciones de su suegro, daban a Pilar y a su marido toda la seguridad que en aquel contexto podía tenerse por la suerte de su hijo y por la de su nueva familia.
Tras meses de angustia e innumerables gestiones de sus amigos argentinos, mexicanos y norteamericanos, Pilar y su esposo consiguen un salvoconducto que bajo la protección de la legación argentina les permite atravesar España por San Sebastián y llegar a Portugal, donde tras una breve estancia académica en la Universidad de Coimbra se establecen en Lisboa en 1944. Las gestiones realizadas por el mexicano Silvio Zavala ante los responsables de la Universidad de Columbia y de la Fundación Carnegie dan, por fin, los resultados esperados por ellos y el 1 de septiembre de 1944 el cónsul mexicano en Lisboa extendió el permiso de emigración válido hasta el 25 de noviembre de 1945, documentación que les permitiría embarcarse para Estados Unidos. Sin embargo, una caída de su marido en Lisboa en 1945 y de una segunda en el Niassa, barco en el que viajaban, en la que Altamira se fracturó una pierna, de la que fue operado en el Hospital Roosvelt al llegar a Nueva York, decidieron a Pilar y a su marido cambiar sus planes y reunirse en México con sus hijas, para lo que contaban con el apoyo e invitación de la Secretaría de Educación Pública de México y de la Universidad Autónoma de México, para que Altamira volviese a dedicarse al magisterio y al ejercicio de su profesión.
Los Altamira llegarían a México el 25 de noviembre de 1945, estableciéndose en los Apartamentos Washington de la calle Dinamarca, en los que fallecería don Rafael Altamira el 1 de julio de 1951 y seis años después, el 5 de marzo de 1957, moriría también Pilar Redondo Tejerina