San Francisco de Paula nació en Paula (Cosenza, Italia) el 27 de marzo de 1416. Desde pequeño, Francisco fue particularmente atraído por la práctica religiosa, y a la edad de trece años fue acogido en el convento franciscano de San Marco Argentano (Cosenza, Italia) donde se quedó durante un año.

El año de famulato (primer año en que se viste el hábito) evidenció las aptitudes místicas del joven, incluidos aquellos fenómenos sobrenaturales que le acompañaron toda su vida, aumentando con ello su fama en vida y su culto después de la muerte. Durante este año de dedicación al convento, el pequeño Francisco se afanó en la observancia regular y en despachar las tareas más humildes de la casa como la limpieza de los suelos, la cocina, el servicio del comedor, la limosna y ya entonces practicó muchos ayunos y abstinencias.

Concluido el año, los frailes de San Marco Argentano habrían querido retenerlo, pero Francisco conservó el deseo de conocer otras modalidades de vida consagradas, inquietud que había albergado antes de hacer su elección. En 1430 llevó a cabo, con su familia, una larga peregrinación hasta Asís, visitando algunos de los principales centros de la espiritualidad católica italiana: Loreto, Roma (cuyo lujo le disgustó enormemente), Montecassino o Monte Luco.

Regresando a Paula, inició un periodo de vida eremítica y en 1435, otros se unieron a él, reconociéndolo como conductor espiritual. Con los suyos, construyó una capilla y tres dormitorios, de hecho, aquí está el origen de la Orden de los Mínimos. Las nuevas adhesiones eran numerosas y el 31 de agosto de 1452 el nuevo arzobispo de Cosenza, concedió la aprobación diocesana, lo que permitió a la Orden instituir un oratorio, un monasterio y una iglesia.

La fama de santidad de Francisco se difundió rápidamente, tanto que en 1467 el papa Paulo II mandó a Paula a un emisario para tener noticias sobre el ermitaño calabrés. En 1470 comenzó el proceso jurídico-canónico para la aprobación definitiva de la nueva orden de ermitaños. Finalmente, el 17 de mayo de 1474, el papa Sixto IV reconoció oficialmente la nueva orden.

El reconocimiento de la regla, de extrema austeridad, vino ya con el papa Alejandro VI, junto con el cambio de nombre de la orden, aún en eso, de Orden de los Mínimos. Con la aprobación, los eremitorios siguiendo el modelo de Paula, florecieron en Calabria y Sicilia. Adquiere Francisco de Paula en esta época una gran fama por su santidad y sus obras milagrosas (curaciones, cruce del Estrecho de Messina sobre su capa…)

Estas dotes de santidad y taumaturgia llegaron a Francia, a través de los mercantes napolitanos, hasta oídos del rey Luis XI, gravemente enfermo, lo mandó llamar para prestarle su ayuda. Francisco fue muy reacio a la idea de dejar la gente necesitada en el Reino de Nápoles (bajo gobierno aragonés) lo que hizo al soberano francés enviar una misión diplomática a la Santa Sede para que el Papa le ordenara a Francisco atender su petición.

Necesitaron algunos meses pero para convencer a Francisco para dejar su tierra para atravesar los Alpes, y abandonar su estilo de vida austera, para pasar a vivir en la corte gala.

El 2 de febrero de 1483 partió hacia Francia desde Civitavecchia, tras varios encuentros con el Papa que le solicitó diversos encargos. A su llegada la corte, en el Castillo de Plessis-lez-Tours, Luis XI se arrodilló. Sin embargo, Francisco no lo pudo curar de su enfermedad, pero su labor llevó a una mejoría de las relaciones entre Francia y el Papa.

Francisco vivió en Francia unos veinticinco años y supo hacerse apreciar tanto por el pueblo como por los eruditos de la Sorbona. Muchos religiosos franciscanos, benedictinos y mínimos, fascinados por su estilo de vida, también se incorporaron en Francia, contribuyendo a la universalización de su orden.

Francisco gradualmente afrontó el paso de un puro eremitismo a un incipiente cenobitismo, con la fundación de una segunda orden femenina, para las monjas y una tercera, para los laicos. Las correspondientes reglas fueron aprobadas por el Papa Julio II en 1506.

El rey Carlos VIII, sucesor de Luis XI, estimó mucho a Francisco y contribuyó a la fundación de dos monasterios de la orden de los Mínimos, uno a Plessis-les-Tours y otro en Roma. Posteriormente, En 1498, a la muerte de Carlos VIII, subió al trono Luis XII al que Francisco pidió volver a Italia, pero el nuevo soberano no accedió. Después de haber transcurrido los últimos años en soledad, murió en Francia en Plessis-les-Tours el 2 de abril de 1507.