Archival History:
El Archivo nació cuando Jaime II mandó en el mes de julio de 1318 destinar una cámara del Palacio Real de Barcelona, en el lugar donde había estado la capilla, para que "fossen posats e conservats los registres, els privilegis e els altres scrits de la sua cancelleria e dels altres fets de la sua cort", reuniendo así la documentación hasta entonces dispersa en varios depósitos. Las obras de adaptación del local estaban ya terminadas en septiembre del mismo año. En el Palacio Real Mayor permaneció el Archivo hasta 1770.
En el Archivo ingresaban los registros administrativos producidos por la Real Cancillería. Los registros llegaban al Archivo Real clasificados por series y numerados, orden y clasificación que en principio se ha mantenido hasta hoy, aunque con gran número de alteraciones y errores respecto a la original, por diversos motivos (reencuadernaciones, pérdida del título original, ....). Hasta el siglo XV los registros fueron únicos para todos los reinos y territorios de la Corona (con series especiales para Cerdeña, Mallorca, Sicilia y Nápoles) y después se individualizan los del Reino de Valencia (1419) y los del Reino de Aragón (1461) que se remiten a los archivos reales respectivos de Valencia y Zaragoza, quedando en el de Barcelona las series de Cataluña, Mallorca y Cerdeña.
Se deposita igualmente, aunque de manera no siempre sistemática, otra documentación relevante, como procesos de Cortes, conclusiones de la Real Audiencia y otra documentación judicial. Se incorporan igualmente al Archivo todos los documentos y archivos que ordena el rey, ya sean producto de incautaciones, depósitos o por otros motivos. Jaime II cuidó de que ingresara en su archivo toda la documentación de su Casa, tanto administrativa como privada, ejemplo que siguió su sucesor Alfonso el Benigno (1327-1336). En el reinado de Pedro el Ceremonioso (1336-1387), el Archivo Real decae en la consideración de archivo particular o privativo del monarca, y sube en la de archivo de la Administración real.
Para entender la organización actual de este fondo resulta fundamental conocer los trabajos emprendidos en el siglo XVIII bajo la luz de la Ilustración. El fondo antiguo del archivo se consideró como una unidad. Se vaciaron armarios, arcas y baúles, y sin respetar procedencias ni conservar pequeños fondos que todavía se hallaban intactos, los pergaminos por un lado (coleccionadas aparte las bulas pontificias), y los legajos de papeles y cuadernos por otro, todo se ordenó por la cronología de los reinados de condes de Barcelona y Reyes de Aragón, siguiendo la pauta de las series de registros.
Biography / Administrative history:
El Archivo Real nació en 1318, cuando la cantidad de antiguas escrituras de la casa real, los archivos incautados a los Templarios (1307) y la complejidad de la documentación producida por su propia cancillería, movieron al rey Jaime II (1291-1327) a destinar a archivo dos cámaras de su Palacio Real en Barcelona. Se creaba así un archivo único y central de la Corona. El monarca Pedro el Ceremonioso convirtió el Archivo en una oficina permanente de trabajo documental. Nombró archivero a su escribano Pere Perseya en 1346, y fijó su funcionamiento en las Ordenanzas de 1384. En el archivo se fueron depositando de manera bastante sistemática, y sin solución de continuidad hasta 1727, los registros producidos por la cancillería del rey y de sus lugartenientes.
El cargo de Canciller fue creado por Jaime I. En un principio tuvo confiada la conservación y aplicación del sello real. Por lo general el cargo era otorgado a un obispo, teniendo la consideración de primer consejero del soberano. Presidía la Audiencia y la Cancillería regia, y el Consejo Real en ausencia del monarca. Atribuciones de este cargo eran las de leer, rubricar y despachar los documentos de la Cancillería regia.
Si bien la Real Cancillería fue la oficina o institución más importante que nutrió el Archivo Real (y la que desde principios del s. XX da nombre a la sección del ACA que lo contiene), este fondo contuvo desde el principio otro material en el que aquella no intervino como productora o receptora (véase el apartado "Historia Archivística").
La unidad del Archivo Real se quebró en el siglo XV, cuando primero Valencia (1419), y luego Aragón (1461), obtuvieron la creación de archivos reales propios. Con la unión dinástica y la implantación del sistema virreinal en los territorios de la Corona de Aragón, el Archivo Real recibe documentación producida por la administración virreinal y del Consejo de Aragón. El cambio dinástico tras la guerra de Sucesión y las leyes y decretos de Nueva Planta repercutieron en la organización archivística de la Corona. El Archivo Real dejó de recibir documentación y se fue convirtiendo paulatinamente en un archivo cerrado. Se inició en el mismo siglo XVIII una reorganización completa del Archivo, y de estar al servicio casi exclusivo de la administración real se fue convirtiendo en un archivo al servicio de la investigación histórica. En el Reglamento que dictó la Real cédula de 1754 se le dio por primera vez en un documento firmado por un monarca el nombre de Archivo de la Corona de Aragón, denominación que ya se usaba desde fines del siglo anterior. A la muerte del archivero Francisco Javier de Garma, en 1783, se fundieron matrices para los certificados, pues hasta entonces el archivero había usado su sello personal: el archivo dejaba de ser una oficina, y con Reglamento y sello propios, tomaba el carácter de institución.