Manda que si don Sebastián de Aja Arredondo falleciera sin llegar a empezar a gozar de la merced de futura de uno de los oficios de tesorero o contador de las Cajas de la ciudad de Santiago, en las provincias de Chile, restituyan a sus herederos o a quien fuese su parte los 2.250 pesos escudos que había entregado en esa corte como parte de los 4.500 de donativo que había ofrecido por él.