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Al principio no se precisaba de requisito administrativo para suceder al título nobiliario como en la actualidad. Con el fallecimiento del titular tomaba posesión de la merced el inmediato sucesor, salvo si otra persona se consideraba de mejor derecho sobre la propiedad del Estado, presentaba demanda ante audiencia del Rey, quien una vez finalizado el pleito daba sentencia sobre el caso mediante sentencia. Durante los Austrias se tomó por sistema que cuando moría el titular el inmediato sucesor lo comunicaba al rey quien le daba el pésame con una carta de sucesión en forma de Real Cédula nombrándole ya con el título al que sucedía. Hay que recordar que las sucesiones a los títulos debían de hacerse de acuerdo a los mayorazgos a que están adscritos o agregados. Desde el siglo XVI a la muerte del poseedor de un título, el que lo hereda escribe al Rey comunicándoselo y el Rey le responde dirigiéndose a él con el título en cuestión, ratificándolo.