Canciller del emperador Carlos V. Pertenecía a una familia de la nobleza local de Gattinara consagrada al ejercicio del derecho en sus distintos campos. Hijo de Paolo Arborio y Felicita Ranzo. Tras quedar huérfano de padre se trasladó a Vercelli donde su tío se encargó de que recibiera formación jurídica, la cual completó en Turín. Entró al servicio de la familia ducal, en concreto de la archiduquesa Margarita a quien acompañó en su regreso a los Países Bajos una vez que enviudó de Filiberto II. Se encargó entonces de la administración de los estados patrimoniales de su señora. Sus habilidades negociadoras llamaron la atención de Maximiliano I que le reclamó para resolver el conflicto con Fernando el Católico a raíz de la educación del futuro Carlos V. Este acuerdo se plasmó en lo que se conoció como Concordia de Blois. Entre 1510 y 1513 permaneció de manera discontinua en tierras españolas. En 1513 le fue concedido el título de marqués de Gattinara y se convirtió en un enlace esencial entre la corte imperial y la corte de la regencia en Malinas.

Tras la declaración de la mayoría de edad de Carlos, se vio afectado por los profundos cambios que se produjeron en la corte borgoñona, donde los más cercanos a la archiduquesa perdieron el favor frente a la camarilla en torno al futuro emperador. Gattinara regresó a Turín y se puso al servicio del duque de Saboya, pero en 1518, la muerte del canciller Jean le Sauvage, supuso su consagración en la corte de Carlos. Se le dio el puesto de canciller a petición de la archiduquesa Margarita y también de Guillermo de Croy. Poco a poco fue demostrando su valía, sobre todo en relación a las negociaciones para la elección imperial; y tras la Dieta de Worms (1521) y la muerte de Croy pudo llegar a convertirse en la persona de más importancia en el entorno del emperador Carlos. Estuvo a su lado cuando en 1522 regresó a España y hubo de afrontar la administración de su largo patrimonio. Uno de los puntos más destacados que hubo de afrontar fue la reorganización de la cuestión hacendística que culminó en la creación del Consejo de Hacienda, así como en la reorganización del cargo y funciones del oficio de tesorero general de Aragón. También fue el artífice de la redacción de unas ordenanzas para la Cancillería imperial.

En 1523 anunció su renuncia a la cancillería imperial y trató de obtener el capelo cardenalicio, pero la llegada de Clemente VII al trono papal frustró este deseo. Tuvo un nuevo desencuentro con el emperador a raíz del Tratado de Madrid (14 de enero de 1526) en el que, a su juicio, se había beneficiado en exceso a Francisco I. Fue reclamado en la corte tras el Saco de Roma (1527). Finalmente, poco antes de su muerte, recibió el ansiado capelo cardenalicio.