Arzobispo de Charcas, benedictino. Cursó sus primeros estudios con los monjes benedictinos en Barcelona y luego estudió Artes y filosofía en la Universidad de Cervera. En 1778 se ordenó como monje benedictino y profesó en el monasterio de San Cugat del Vallés. Entre 1784 y 1788 residió en Roma donde entabló amistad con intelectuales jesuitas desterrados como José Manuel Peramás y Ramón Diosdado Caballero; allí, el cónsul español, José Nicolás de Azara, le recomendó que profundizase en sus estudios de historia, arquitectura y ciencias. Presidió sendas cátedras en el Colegio de San Pablo de Barcelona y en la Universidad de Cervera. Fue, además, académico de la Real Academia de la Historia.

En 1804 fue nombrado auxiliar del obispo de Michoacán, aunque la muerte del obispo truncó esta oportunidad. En 1805 se le nombró arzobsipo de Charcas de La Plata, aunque tardó dos años en hacer efectiva la toma. En el ínterin pasó por Lima donde entabló amistad con el médico peruano Hipólito Unanue, y también es reseñable el vínculo que mantuvo con el naturalista Tadeo Haenke. Una vez que se instaló en su archidiócesis, emprendió la reforma del clero de la misma, un hecho que acabó por enfrentarle con el cabildo eclesiástico; por otro lado, apoyó los intentos de reestructuración de la Universidad de San Francisco Javier.

Tras la invasión francesa de la Península en 1808 se dedicó a recoger donativos para ayudar a los españoles en su lucha contra Napoleón. Tras la revolución del 25 de mayo de 1810 en Buenos Aires se puso del lado de la Junta de Gobierno de Buenos Aires, aunque sus lealtades volvieron a cambiar a raíz de la victoria en Huaqui del ejército expedicionario de Goyeneche. Fue hecho prisionero en 1815 por tropas argentinas, falleciendo al poco después.