Carte general d´Espagne et de Portugal divisée en ses provinces actuelles par D. T. López, nouvellement dressée par F.I.G. à Nuremberg chez les Heret. De Homann l´an 1782.
Escala [ca. 1:2.314.800] 20 leguas de una hora de camino 20 al grado [=4,8 cm] 1 mapa: grab., col.; 49x59 cm
BN España - Mapas Generales GM /M3v Exposición virtual de cartografía de la Biblioteca Nacional.
Enlace a exposición virtualAmpliar imagenLa distribución provincial que conocemos procede de la reforma de 1833, obra de Javier de Burgos. En 1750 las poblaciones de la Corona de Castilla se agrupaban en 22 provincias; entre ellas, el reino de Galicia, que se subdividía a su vez en otras siete (Betanzos, Coruña, Lugo, Mondoñedo, Orense, Santiago, Tuy) y la provincia de León, que incluía el Principado de Asturias.
Las diferencias son considerables, por ejemplo, la gran provincia de Burgos incluía también Cantabria, Rioja y pueblos de las actuales Soria y Asturias; la desaparecida provincia de Toro, que estaba formada por tres partidos separados en torno, respectivamente, a la ciudad de Toro, a Carrión de los Condes y a Reinosa; y Madrid, con un núcleo principal constituido por la Villa y Corte, otros dos más pequeños rodeados por poblaciones que entonces pertenecían a Segovia, Guadalajara, Toledo o Ávila, y los dos pequeños enclaves de Borox y Belmonte del Tajo; no pertenecían a Madrid localidades como Torrelodones, Colmenar Viejo, Paracuellos, Torrejón de Ardoz, Arganda, Humanes, Valdemoro, Móstoles o Navalcarnero.
La realización del Catastro aportaría a la Administración un conocimiento en profundidad de la estructura del territorio, del que carecía, llegando hasta las poblaciones, aldeas, granjas o despoblados más pequeños. Otro de los empeños del marqués de la Ensenada fue paliar la falta de cartografía: "No hay /cartas/ puntuales del Reyno y de sus provincias; no hay quien las sepa grabar, ni tenemos otras que las imperfectas que vienen de Francia y Holanda (dice en una de sus Representaciones o Informes al Rey Fernando VI, de enero de 1748. Cit. por Rodríguez Villa, pág. 162)... "El beneficio que producirá esta providencia no para en el conocimiento de la situación puntual de cada lugar; pondrá a la vista la extensión de su territorio, los límites ciertos de cada provincia y la comprensión de cada corregimiento, el curso de los ríos, los términos que pueden regar, y la navegación que puede hacerse en ellos, el uso y aprovechamiento de las tierras, con los frutos que pueden producir, los caminos reales y particulares y otras noticias importantes al buen gobierno de la Monarquía y al adelantamiento del comercio. Se sabrá cuántos pies mide la España y cada una de sus provincias, las cosechas que pueden dar..." Para ello intenta primeramente traer a España a un técnico francés y, cuando fracasa, ante la oposición del Rey de Francia, envía a París como becario durante nueve años a Tomás López, para que a su vuelta pongan en práctica lo aprendido.
Las respuestas generales de la villa de Madrid no se conservan. Las del campo de Madrid se guardan en el Archivo Histórico Nacional, ubicado sobre el terreno que describen; en cambio, no hemos podido averiguar el paradero de las respuestas generales del casco antiguo de la villa y corte, operación compleja que consta que se inició, pero que sufrió graves dilaciones motivadas por su volumen y porque concentró la principal oposición al Catastro. Los actuales distritos de Alameda de Osuna, Barajas, Canillas, Canillejas, Carabanchel, Chamartín, Fuencarral, Hortaleza, Vallecas, Vicálvaro y Villaverde eran entonces poblaciones separadas, cuya información conservamos.
Algunas poblaciones importantes no existían al hacerse el Catastro; por ejemplo, La Carolina en Jaén, fundada en el reinado siguiente. No está Olivenza (Badajoz), que pertenecía a Portugal en esos momentos y pasa a España en 1801; en cambio, Lama de Arcos, actualmente en Portugal, figuraba en la antigua provincia de Orense.
La unidad básica catastrable es el término, poblado o despoblado, con jurisdicción propia y separada. Cuando la jurisdicción no está claramente delimitada, el criterio aplicado será tener alcabalatorio separado o no, es decir, si se pagan los impuestos provinciales de forma conjunta o separada. Y, en tercer lugar, si constituyen o no territorios dezmeros separados, es decir si pagan los diezmos de los frutos a la misma iglesia o a iglesias distintas.
La aplicación de este procedimiento fue mucho más fácil en zonas donde los núcleos de población eran mayores, como por ejemplo en La Mancha, donde los territorios eran más extensos y bien definidos. En cambio, la realización del Catastro fue particularmente difícil en Galicia y el Principado de Asturias debido a la complejidad jurisdiccional, al poblamiento disperso, a la fragmentación de la propiedad y a la propia orografía del terreno. La solución encontrada fue distinta en ambos casos.
Asturias se catastró por concejos y cotos (territorio con jurisdicción propia enclavado en un concejo) y no por feligresías, es decir, por la jurisdicción civil, y no por la eclesiástica; aunque consultada la Junta de la Única Contribución insiste en que las preguntas sobre las tierras se contesten por parroquias. Para ello, por ejemplo, en Villaviciosa (Asturias) se nombra un perito distinto por cada una de las 37 parroquias. Para facilitar el trabajo algunos concejos como Castropol se operaron en 4 partes, que han dado lugar a cuatro entradas distintas en la base de datos, numeradas del l al 4. En la base de datos de Asturias hemos recogido los nombres de los concejos en el campo de localidades, y nos hemos visto obligados a ampliar el campo de observaciones para añadir los nombres de las numerosísimas parroquias.
Al contrario, Galicia, se catastró por feligresías. Como la orografía del terreno es más suave, permite un poblamiento aún más disperso; según Antonio Eirás Roel, en el estudio que acompaña a la publicación de las Respuestas Generales de Santiago de Compostela, la población que vive en núcleos de más de 1000 habitantes no alcanza el 7% de la población total en el año 1760. Los propios comisionados tuvieron muchas dificultades para determinar qué formaba una unidad a catastrar y cambiaron de criterio a lo largo de su actuación: sobre todo en Orense, a menudo, no coincide el ámbito territorial de las entidades catastradas en las respuestas generales con el de los otros libros (Reales, Personales y Estados), como advierte Olga Gallego en su catálogo sobre el Catastro de Ensenada en Orense; además "los topónimos se encuentran bárbaramente castellanizados y, a veces, casi irreconocibles". En la base de datos de Galicia el campo de localidades recibe el nombre de la parroquia, al que hemos añadido entre paréntesis el nombre del concejo del que forma parte.
En el caso de Salamanca, la repetición de topónimos es la causa de que los libros de Hacendados Mayores no los presenten en orden alfabético general, como se había ordenado, sino dentro de sus circunscripciones. La misma solución se ha adoptado para diferenciar los ficheros de imágenes digitales, por ejemplo, en El Pizarral.
El catastro de Ensenada hizo aflorar infinidad de conflictos larvados de jurisdicción y límites entre localidades. Incluso permitió localizar poblaciones, como Carrascosa del Tajo que, a caballo entre las provincias de Soria, Guadalajara y Cuenca, habían conseguido no tributar en ninguna.
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