Escritor, profesor, periodista y telegrafista, exiliado español. Sus padres fallecieron cuando Mateo era aún un niño y a los catorce años dejó el centro benéfico donde residía para pasar a una humilde pensión proporcionada por el Ayuntamiento de Madrid en recompensa por sus sobresalientes calificaciones. Tras dos años trabajó como temporero en el cuerpo de Telégrafos y al poco logró la plaza como Oficial Técnico. Pasado el tiempo formó parte de uno de los altos jefes del Cuerpo y en 1931 fue nombrado Director General de Telecomunicaciones. Paralelamente fue profesor en diversas academias y estudió diversas materias como matemáticas, ciencias físico- químicas, telecomunicaciones, petrografía... Destacó por ejemplo como crítico musical en el periódico La Libertad, como traductor o autor de trabajos de música, antropología, historia... A su vez fue partícipe de las tertulias en diversos cafés literarios de Madrid. Es reseñable su amistad con autores como Valle-Inclán o Ricardo Baroja. Atraído por la masonería, formó parte de la logia "El Grande Oriente Español", de la que llegó a ser Gran Maestro. Fue representante del Supremo Consejo Mixto Internacional de El Derecho Humano-Le Droit Humain, cargo que mantuvo hasta su muerte. En 1932 acompañó a Manuel Azaña en su ingreso en la logía masónica La Matritense. Fue responsable de varias traducciones sobre temas ligados a la parapsicología, el hipnotismo y los fenómenos paranormales. Colaborador de Diego Martínez Barrios, durante la guerra civil siguió con su cargo de director general de Telecomunicaciones. Tras la derrota republicana, cruzó la frontera francesa y pasó un tiempo en París, participando en la evacuación de refugiados españoles, y finalmente se trasladó a México, donde fijaría su residencia definitiva. En la capital mexicana ejerció como traductor de numerosas obras del inglés y del francés, colaboró en diarios como Excélsior y Novedades y publicó algunos libros de divulgación cultural. Entre sus obras descataca El oso y el madroño (1954)