Don Joseph Portolá capitán que fue del Regimiento Infantería de Guadalajara puesto a los Reales Pies de Su Majestad con el más profundo respeto expongo que habiendo sido hecho prisionero de guerra con mi cuerpo en Dinamarca y trasladado luego a Francia con mi esposa, al poco tiempo de hallarme en ella sufrí una larga y grave enfermedad por lo cual me aconsejaron los médicos procurase irme a países templados puesto que mi vida estaba muy expuesta en aquel que me hallaba (Flandes) por cuyo motivo solicité y obtuve permiso para ir a España a convalecer obligándome a entrar por Bayona al llegar a Irún. Se me mandó ir a Madrid, por más que lo resistí pues mis deseos eran de irme a Cataluña. Antes de llegar a Valladolid fue robado el carruaje entero en que iba todo el poco dinero, alhajas y equipaje de mi esposa y míos. Llegados a la capital tuve también a ésta gravemente enferma de un mal parto sin tener dinero ni auxilio alguno para curarle y mantenerme yo que tampoco disfrutaba de buena salud, en tan fatal estado pasamos unos tres meses viviendo solamente de algunas limosnas y comiendo patatas y aún éstas nos llegó a faltar últimamente. Viéndome pues que íbamos a perecer de necesidad en un tiempo en que muchas personas de Madrid se hallaban diariamente muertas, unas en sus casas, otras en las calles de miserias, me determiné, aunque con mucho dolor de mi corazón a admitir el encargarme del arreglo y cuidado del archivo de Ingenieros, con el sueldo y agregación de capitán a las compañías de Zapadores, único servicio que hice durante los pocos meses que estuve a las órdenes de aquel gobierno y siempre muy disgustado y arrepentido luego de ver que la mucha miseria me hizo tomar semejante resolución por cuyo motivo no tardé mucho en solicitar permiso para ir a Cataluña con intención de separarme del todo del dominio de él, pues no lo hice luego de entrar en España para no dejar abandonada a mi esposa entonces embarazada en unos pueblos sin conocimiento alguno en ellos, ni dinero que dejarle, además que estaba yo muy expuesto a ser hallado por los franceses y ser víctima de ellos como ya había ejemplares.
Habiendo verificado la retirada de aquel ejercito en 10 agosto de 1812 no me atreví a quedarme en Madrid por el miedo de morir desastradamente por hombres que no conocen las leyes a que todos debemos estar sujetos como había ya sucedido anteriormente con otras personas que murieron a impulsos de la Plebe desenfrenada por consiguiente determiné retirarme con mi mujer a Zaragoza, con intento de especular el separarme irme a Cataluña a la casa de mi cuñado pero no habiendo podido entonces saber el paradero de él y sí solo que no existía en su pueblo desde la entrada de los franceses y no teniendo de que mantenernos, condescendí a lo que se nos propuso esto es de pasar a Pau donde gozaría una pensión entre durasen aquellas circunstancias pero al llegar a dicha villa se nos obligó a todos pos la fuerza ir al interior del Reino donde permanecí muy disgustado hasta que habiendo sabido la plausible noticia que Su majestad había vuelto a España, me apresuré inmediatamente a cumplir la gustosa obligación de felicitarle por la nueva posesión de su legítimo trono, jurándole con todo mi corazón obediencia y fidelidad, implorando a Su Majestad su Real protección para volver a entrar a la Patria. Desde entonces hasta ahora no he cesado de representar continuamente a Su Majestad pidiéndole la gracia de permitirme la entrada a España, justificarme y que se examinase mi conducta.
Por el adjunto papel hallará Su majestad copas autorizadas en debida forma de la conducta que he tenido en este Reino, mi notoria y pública opinión y la oferta en el tiempo más crítico que hice de mi persona para ir a defender los derechos del Rey de Francia Luís 18 y contra Bonaparte, por todo lo cual:
Suplico sentidamente a Su majestad que por un efecto de su mucha piedad y grande clemencia y con mérito de lo que llevo expuesto tenga Su Majestad a bien conceder a mi esposa y a mí la gracia y perdón de volver a la amada Patria y tener el consuelo de estar en ella el poco tiempo que nos queda de mi vida, pues los dos somos ya mayores de cincuenta años de edad, y yo de muy quebrantada salud y achaques grandes.
Nuestro Señor guarde y prospera la Augusta persona de Vuestra Majestad y de su Real familia y en su mayor auge los Ms. As. que puede y necesita la España para la felicidad de todos sus vasallos.
A Perpignan 20 Julio de 1818
Señor
A los Reales Pies de Su Majestad
Su leal y obediente vasallo José Portolá
© Ministerio de Cultura