Institución
Real Academia Nacional de Medicina de EspañaOtras formas
desde 1733-07-12 hasta existente actualmente
Al igual que venía ocurriendo en otros focos culturales y científicos de nuestro país, a mediados del siglo XVIII va a surgir en Madrid una tertulia de médicos, cirujanos y farmacéuticos, reunidos periódicamente en la rebotica de la Oficina de Farmacia de D. José Ortega, en la calle de la Montera n.º 19, donde, en las últimas horas de la tarde, conversaban informalmente acerca del adelantamiento y cultivo de las facultades médica, quirúrgica y farmacéutica. Una aventura que trasluce el afán de renovar la medicina madrileña y a la que pronto, el 12 de julio de 1733, se quiere dar carácter oficial con la denominación de Tertulia Literaria Médica Matritense. Este modesto origen es solo el núcleo de un mayor impulso que, un año más tarde, el 12 de agosto de 1734, da lugar, por modificación de sus primeros Estatutos, a su conversión en Academia Médica Matritense, aprobada por Real Decreto de Felipe V un mes después: la nueva institución se va a caracterizar, de una parte, por el apoyo real, que desde entonces no va a faltarle y que le permitirá utilizar el calificativo de Regia; de otra, por la ampliación del número de sus socios, de tal modo que sus actividades se amplían dentro de los campos de la historia natural, la química, la física y la botánica. Buen ejemplo del interés borbónico por dirigir desde el Trono la vida académica es el nombramiento de Director de la Academia en la persona del Dr. José Cervi, en la época el más eminente médico al servicio de la Corona. Comienza una etapa de actividad científica de la Real Academia médica de Madrid, con sucesivas modificaciones de sus Estatutos, desgraciadamente solo parcialmente conocidas ya que en buena parte se han perdido sus archivos correspondientes al periodo 1752-1791. Y se trata de una etapa muy interesante, ya que durante ella se van a producir los fallecimientos de Cervi y de Ortega así como la incorporación a sus trabajos del eminente médico valenciano Andrés Piquer. También en estos años tiene lugar su contribución a la creación del Jardín Botánico y a la magna empresa de la edición de la Flora Española de Quer. A partir de 1792 otra vez disponemos del material de archivo que nos permite conocer más al día la vida de la Academia. Así, en mayo de 1796 se sancionan nuevos Estatutos, que atañen principalmente a su propia constitución, y se establece un Plan de ocupación en que deberá emplearse la Real Academia Médica de Madrid, que supone una verdadera incorporación de la misma al pensamiento científico moderno europeo y un eficaz programa de actividades, que abarca desde las topografías médicas a la descripción de las enfermedades endémicas y epidémicas, sin eludir normas pedagógicas, cuidado de la bibliografía, medicina forense, organización hospitalaria, política médica, lucha contra el intrusismo y control de drogas y específicos terapéuticos. El afán borbónico de todo para el pueblo pero sin el pueblo, se pone así en marcha con el instrumento de la Academia Médica. Unas Memorias que solo se publican en 1797, multitud de Disertaciones e Informes, obra de los más eminentes médicos de la época, van coronando la tarea de una impresionante nómina de académicos, encabezados por Gimbernat, Mutis, Casal, Virgili, Virrey y Mange, Lacaba o Hipólito Ruiz, por no hacer la lista interminable. Con el nuevo siglo, la Academia va a sufrir las vicisitudes de la historia nacional. El edificio científico tan paulatinamente alzado se derrumba a consecuencia de la Revolución francesa y de las guerras napoleónicas. Cuanto suena a "ilustrado" se torna peligroso: las sucesivas directivas académicas tratan de mantener una vida prácticamente reducida a medidas disciplinarias, protocolarias o de orden fiscal. Todo será en vano: en noviembre de 1824 la Junta Superior Gubernativa de Medicina ordena su clausura, que se mantendrá durante cuatro años, y en 1831 la gestión de Castelló logrará la publicación de un Reglamento General para el régimen literario de las Reales Academias de Medicina y Cirugía del Reino, controladas por la Junta, e introduce la Universidad -hasta entonces al margen dentro de la vida académica. Medidas férreas de control que se mantienen hasta la muerte de Fernando VII y que en la nueva etapa, isabelina, comienza a permitir un renacer de las actividades académicas. Fruto de este esfuerzo será la sanción, en abril de 1861, de un nuevo Reglamento para la Real Academia de Medicina de Madrid, que constituye un hito en su historia, ya que pasa a denominarse Real Academia Nacional de Medicina. Supone la nueva reglamentación la sustitución de los años de oscurantismo, represión y control por un verdadero y trascendental código de libertad académica, que ya se mantendrá hasta nuestros días, salvo el triste y sangriento periodo de la guerra civil de 1936. Hasta esa fecha, la Academia de Medicina vive el esplendor de lo que se ha denominado "medio siglo de oro del arte de curar hispano". Cuantos médicos gozaron de prestigio en su respectiva especialidad, pertenecieron a ella. Después de esa fecha, olvidados ya los odios y las represiones, una nueva etapa, la nuestra, con la paulatina restauración de la vida académica, las sucesivas reformas meliorativas de sus Estatutos y la realidad actual, en la que un grupo selecto de especialistas de todas las disciplinas en relación con las ciencias médicas -médicos, cirujanos, farmacéuticos, veterinarios, biólogos, físicos, ingenieros- llevan a cabo una tarea silenciosa pero eficaz, al servicio de la propia medicina y de la política sanitaria del país.