El desprestigio de la Monarquía española por la escandalosa querella familiar, cuya manifestación más visible fue el destronamiento de Carlos IV en beneficio de su hijo Fernando, las abdicaciones de Bayona y la imposición de José I Bonaparte por la fuerza militar, provocaron revueltas en muchas ciudades y los levantamientos provinciales contra el Ejército napoleónico de ocupación.
El vacío de poder generado por la inacción de las máximas autoridades civiles y militares ante la invasión napoleónica (Consejo de Castilla, audiencias y capitanes generales), obligó a los patriotas a organizar la resistencia a través de las juntas de Gobierno y de Defensa, integradas por las élites locales y provinciales con el apoyo del pueblo.
La evolución política de España entre 1808 y 1810 se desarrolló en torno a tres ejes fundamentales: la creación de las juntas supremas provinciales (mayo-junio de 1808), la constitución de una Junta Central (25-09-1808) y la formación del Consejo de Regencia (29-01-1810). El efecto más novedoso se introdujo con el Decreto de la convocatoria de Cortes, que lo ejecutó la Regencia el 20 de septiembre de 1810.
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