La superioridad imperial se basó en su actuación siempre a la ofensiva, con gran capacidad de movimiento, aprovechando cualquier error o debilidad del enemigo. La formación de ataque utilizada fue el llamado orden mixto: un batallón en línea al frente, seguido de dos batallones en columna por los flancos. Frente al ataque en columna, los británicos preferían,en cambio, la formación lineal. La táctica francesa utilizaba a los tiradores o voltigeurs, que actuaban en parejas. Otros factores decisivos eran su superioridad numérica y el empleo de la artillería (piezas sistema Gribeauval, de fácil recambio) que apoyaba el avance de la Infantería, y una Caballería superior en número y preparación.
Casi todas las unidades regulares del Ejército español se disolvieron y sus soldados desertaron, de manera que hubo que improvisar los mandos, carentes de la instrucción precisa. Después, sobrevinieron las derrotas, más dispersiones y deserciones entre la tropa. No había una táctica uniforme entre los regimientos y, al carecer de la organización precisa, se generalizó el empleo de la línea defensiva y la masa o columna de batallón para desplazamientos y ataques. La unidad básica era el Regimiento de línea; en campaña se agrupaban varios, de cuatro a ocho, y se formaba una División.
De hecho, sólo existieron dos o tres batallones operativos y, a partir de 1812, se impuso el modelo británico de un batallón. Cada batallón lo formaban entre 500 y 900 hombres. Hasta 1810 no se dispuso de compañías de cazadores y, en 1808, sólo había un Regimiento de Ingenieros, por lo que se improvisaron tropas de Zapadores y Minadores.
Sin embargo, la Artillería española fue muy eficaz, gracias a la formación excepcional de sus mandos y al material tipo Gribeauval utilizado, aunque con piezas de mayor calibre que las francesas. Por su parte, la Caballería tuvo un papel secundario por la falta de monturas y de jinetes expertos.
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