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La Guerra de la Independenciaa través de los fondos del Archivo Histórico Nacional

La inteligencia militar y civil

Directamente relacionada con el uso de la información se encuentra el gran desarrollo que tuvo la inteligencia, tanto militar como civil. La red básica de información en la Guerra de la Independencia fue el servicio de correos a través de las casas de postas. La Junta Central encomendó a Bardají la reorganización del Servicio de Información con el objeto de tener datos precisos tanto de sus propios recursos como de los del enemigo, y de su número de tropas, planes y movimientos. El 30 de noviembre de 1808, la Junta Central ordenó al general La Peña, jefe del Ejército de Centro, la creación de un servicio de espionaje sobre las fuerzas francesas, y que recurriera al soborno para lograr su propósito si era necesario. La misma comunicación se hizo a los generales San Juan, Vives, Cuesta y al duque del Infantado.
El espionaje se realizó a través de agentes y espías, desde los carreteros y trajineros que podían obtener información en sus viajes, hasta los oficiales destinados a este fin en misión de reconocimiento, junto a comerciantes, autoridades municipales y clérigos. También los guerrilleros ayudaron, no sólo a interceptar las comunicaciones del enemigo, sino también a obtener datos y a su transmisión. Así, Julián Sánchez y sus lanceros prestaron información precisa a los ejércitos de Wellington.

En el Servicio de Información actuaban los comisionados, personas que hacían de enlace entre los espías en zona enemiga, los guerrilleros y los informadores que estaban en la frontera francesa. Entre ellos, destacan Ventura Malibrán en Cataluña, Gonzalo Martínez en la Mancha, Francisco Taranco en Valencia, Domingo Márquez en Medir, etcétera.

La información obtenida se transmitía por vía oral o por medio de textos escritos en lenguaje directo o en claves alfabéticas, numéricas y alfanuméricas y también en partituras musicales.

El espionaje militar inglés estuvo en manos de George Murria, quien destacó a oficiales, suboficiales y soldados en esta misión y realizó informes periódicos para sus superiores. Entre los espías, sobresalió el reverendo irlandés Patrick Curtis, rector del Colegio Irlandés, que controlaba una red de espías en España y Francia. Los mensajes franceses redactados en códigos secretos fueron descifrados por el capitán Scowell, quien creó un servicio de contraespionaje postal. Los ingleses consideraban que la censura postal era el medio adecuado para constituir un moderno servicio de inteligencia militar o político-militar.

Por su parte, los franceses organizaron una red de espionaje a través de los colaboracionistas de muy distinta clase, algunos de ellos pagados o simpatizantes de la causa josefina.

Españoles, ingleses y franceses publicaron, a menudo, en la prensa oficial o local las llamadas cartas interceptadas al enemigo, todas ellas falsas, cuyo objetivo era la intoxicación informativa o contrainformación.


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