Al inicio de la contienda, el Ejército regular español se nutría en un cincuenta por ciento de la recluta voluntaria, más de un treinta por ciento de las quintas y el resto procedía de los reclamados por la justicia. Las juntas activaron desde el principio el alistamiento de mozos. La deserción fue muy elevada, hasta el punto de que los franceses se sorprendieron de la facilidad con que los españoles tanto desertaban, como se incorporaban después a sus regimientos.
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